Noticia:
Hay un grupo de personas que se apellidan igual que este servidor, que cada vez que sé de ellos es porque están metidos en un escándalo. La primera vez fue cuando, de reportero asignado a cubrir el Fobaproa, me topo con que mi apellido está en la lista de poderosos empresarios rescatados. Eran ellos.
La segunda vez fue cuando un ex procurador del Estado de México me habla para informarme caballerosamente que un Loret de Mola tiene una orden de aprehensión, y yo no tengo más respuesta que decirle que a mí ni me va ni me viene. Era uno de ellos, acusado de fraude por uno de sus hermanos.
La tercera es cuando tras una polémica entrevista a Andrés Manuel López Obrador, uno de sus personeros me amenaza con revelar “los contratos de la familia Loret de Mola con Pemex”, a lo que le contesto que por mí, adelante, porque yo ni los conozco. Eran ellos, que tienen gasolineras. Y ahora, que en una investigación de El Universal sobre un cuestionado desarrollo en Quintana Roo, aparece alguien de esa misma rama familiar (una rama maltrecha, por lo visto) que de seguir escrupulosamente el árbol genealógico me tocaría como de pariente en cuarto grado.
No tengo ninguna relación real con esos Loret de Mola; no hay bautizo, boda, primera comunión, comida familiar en la que hayamos coincidido, no sé dónde viven ni cuál es su celular o teléfono de oficina. Vamos, no los reconocería en la calle, al grado que para entender quiénes eran y de qué me tocaban, tuve que recurrir a mi padre, el escritor y periodista Rafael Loret de Mola, quien acompañó su explicación también con un deslinde y repudio.
Comentario:
Es importante que Carlos Loret de Mola aclare este asunto, porque él es un buen comunicador para que no haya duda de su profesionalismo.
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