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Luiz Inacio Lula da Silva gobierna con alta popularidad un país que no para de crecer y de exportar. Sus capitales se expanden por Sudamérica como un reguero de pólvora y, gracias a los últimos descubrimientos, va camino a convertirse en un país petrolero con libre acceso a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP).
Pero lo que Lula no había ejecutado aún es el liderazgo regional de Brasil en el terreno político y diplomático. Ese aspecto de la nueva realidad brasileña debutó el pasado lunes en Santiago de Chile en la primera reunión de peso del Unasur, el flamante bloque que agrupa a los países sudamericanos.
La reunión, convocada de urgencia por la presidenta pro témpore, Michelle Bachelet, se extendió por más de cinco horas en las que el presidente brasileño utilizó todas las artes (incluso las sindicales) en materia de negociación para asegurar la carta de navegación del diálogo y la pacificación en Bolivia, que arrancó ayer.
Ni bien la presidenta chilena efectuó la convocatoria, Lula se mostró esquivo y dubitativo. “No sé para qué vamos a reunirnos si las partes, mi amigo Evo y la oposición, no están dispuestas a acatar lo que allí se decida. Ahora si ellos lo piden y si se ratifica de todas las maneras la reunión, allí estaré”.
Y Lula estuvo.
Y lo que fue más importante, se hizo notar. Se le venía reclamando desde numerosos sectores y países una mayor presencia y liderazgo en la región. Y en Santiago hizo su debut en ese rubro, acorde a la realidad brasileña, para muchos analistas una potencia regional en construcción.
Aquella advertencia sirvió para atraer a Evo a su terreno y comprometerlo a respetar el acuerdo y para que la oposición le pidiera (a él y al Unasur) la intervención. Durante la reunión, según un diplomático participante en la misma, “contrarrestó los embates de (Hugo) Chávez con maestría.
Incluso sus reiterados pedidos para que se incluya en el texto la crítica a Estados Unidos”. Algo que Lula ya había anticipado: “Ninguna crítica a Washington ni tampoco intervención extranjera en Bolivia”.
Dos cuestiones que funcionaron como advertencias solapadas a Chávez, mientras a Estados Unidos pareció decirles: “Los problemas de la región se pueden arreglar en la región…”.
Brasil se hartó de ver jaqueada su provisión de gas boliviano y que el país con el que comparte 3 mil 100 kilómetros de frontera común, sea una fuente de desestabilización regional. Por eso Lula se movió en consecuencia, harto de los dislates diplomáticos de Chávez que suele campear por la región como jugando con un encendedor sobre el polvorín y de ciertos desplantes de La Paz.
Comentario:
No cabe duda que Lula es un gran ejemplo de liderazgo latinoamericano y contrasta notablemente con los "desplantes" de Hugo Chávez, que parece no saber como se construye.
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