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En medio de un intenso forcejeo en el Congreso, la Casa Blanca está nerviosa mientras vigila muy de cerca la fase decisiva para aprobar la reforma sanitaria que supondrá el cambio más radical en el sistema de salud estadounidense desde la aprobación, en 1965, del programa de Asistencia Médico para los ancianos.
La reforma sanitaria, que podría ser realidad hacia fines este mismo mes o a principios de febrero —aunque entraría en vigor hasta 2013 ó 2014—, sortea las dificultades y vicisitudes de una conferencia bicameral de conciliación que muchos consideran crítica para dotar de una identidad y un marco definitivo a la iniciativa de reforma que definirá la presidencia de Barack Obama.
Durante los últimos 75 años, una esforzada colección de presidentes demócratas y miembros del Congreso han batallado para conseguir un sistema sanitario lo más parecido a un sistema de cobertura universal, pero hasta ahora ninguno de ellos había estado tan cerca de ese objetivo como lo está ahora Barack Obama. “Nos seguimos moviendo en la dirección indicada”, aseguró apenas el pasado jueves el influyente senador demócrata, Max Baucus, tras un encuentro en la Casa Blanca con Obama. Fue una reunión de la que no trascendieron mayores detalles, pero que dejó en evidencia la creciente participación de Obama en el último tramo de unas negociaciones que algunos legisladores demócratas definen como “cuesta arriba”, para tratar de conciliar las versiones de la Cámara de Representantes y la aprobada el pasado 24 de diciembre en el Senado.
En el curso de las próximas dos semanas, cuando la Cámara Baja y el Senado retomen el trabajo legislativo, el bloque demócrata luchará a brazo partido para que la versión definitiva de la reforma sanitaria sea aprobada antes de que el presidente Obama pronuncie, a fines de este mes, su discurso sobre el estado de la nación.
Sin embargo, antes de que llegue ese momento, los representantes de ambas cámaras tendrán que llegar a un difícil proceso de conciliación para armonizar los capítulos más espinosos de la negociación. Es decir, la exclusión de la opción pública y la armonización de impuestos que incluyen ambas iniciativas.
“Es falso que el caucus demócrata de la Cámara de Representantes se vaya a plegar sin más al proyecto de reforma del Senado”, ha advertido la líder de la mayoría en la Cámara Baja, Nancy Pelosi, para desmentir así que un amplio sector del Partido Demócrata haya aceptado doblar las manos para dejarse imponer el proyecto negociado en el Senado, después de verse obligados a renunciar a la promesa de una opción pública.
Lucha por los impuestos
A diferencia de la iniciativa aprobada en la Cámara de Representantes —valorada en casi un billón de dólares—, en el proyecto de reforma que se ha negociado en el Senado se ha introducido un impuesto para gravar los planes de seguro médico Cadillac, bautizados así por ser los más caros y que benefician al ciudadano al permitirle hacer grandes desgravaciones fiscales.
El presidente Obama respalda este impuesto por considerarlo como “una buena idea para reducir costos”. El impuesto sería de 40% en el caso de que la prima del seguro médico ascendiera a más de 8 mil 500 dólares para personas y de 23 mil dólares en el caso de las primas familiares.
Contra este impuesto se ha opuesto un nutrido bloque de demócratas y una poderosa coalición de sindicatos, porque muchos empresarios suelen ofrecer mejores seguros médicos, más caros, a condición de rebajar el salario del trabajador.
Al margen de las diferencias, la Casa Blanca ha dedicado sus esfuerzos para subrayar que, cualesquiera que sea el proyecto que concilien, una cosa es segura:
“Más de 30 millones de ciudadanos que hoy carecen de seguro contarán con médicos y medicamentos y se ampliarán los beneficios de Medicaid. Aunado a ello, las compañías aseguradoras ya no podrán rechazar a quienes padezcan de una enfermedad crónica”, aseguró un funcionario de la Casa Blanca en un intento por acallar las protestas de que la reforma no cumplirá con todas sus promesas, ni con las expectativas de millones de ciudadanos que padecen uno de los sistemas de salud más caros e inequitativos del mundo.
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