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Como si se tratara de un estudio para licenciarse, Alfredo, por propia voluntad, asiste semana tras semana a un grupo de autoayuda para, entre otras cosas, aprender a ser hombre. Le enseñan el rol que el varón tiene que jugar desde los ámbitos espiritual, social y psicológico.
Este gay de 42 años toma clases de masculinidad. Y le están enseñando a encontrar esa identidad extraviada.
Hoy Alfredo piensa en que tal vez pueda llegar al matrimonio. Esta sensación no es gracias a los derechos que las leyes del Distrito Federal reconocerán a los homosexuales. No, él ya piensa en el matrimonio con una mujer y, ¿por qué no?, hasta en hijos. Quiere una familia. Todo ello será posible, confía, si Dios le tiene reservado este plan de vida.
Alfredo forma parte de un batallón de cinco mil hombres y mujeres que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo y que han deseado seguir el plan de Dios, en el que no caben las prácticas homosexuales. Integran Courage Latino, brazo laico de la iglesia católica que los acompaña de manera social, espiritual y psicológica en esta experiencia.
La organización católica señala en su página de internet que “no es un grupo que promueva o brinde a sus miembros un programa de reorientación. La evidencia científica reciente reconoce que nadie nace con una orientación homosexual y que en algunos casos el cambio es posible. Aunque apoyamos a nuestros miembros, que por decisión propia, busquen este camino, no es nuestra meta ni nuestro objetivo”.
También aclaran que “Courage sólo es una comunidad de oración y espiritualidad de personas que buscan vivir la castidad del corazón. La reorientación sexual es un proceso psicológico y terapéutico y debe estar en manos de los profesionales en el campo”.
“Los que asisten replantean su estilo de vida, pues nueve de cada 10 de ellos expresan una profunda insatisfacción por el estilo de vida gay. En el principal grupo de atención están personas de entre 25 y 35 años, le siguen los de entre 40 y 50 años y luego los adultos mayores”, dice Óscar Rivas, fundador de la organización.
Courage Latino dice recurrir a evidencias científicas para explicar que la orientación sexual sí puede cambiar.
“En un estudio sobre 200 ex homosexuales, hecho en 2001, el especialista norteamericano Robert L. Spitzer encontró que la religión era una razón muy importante por la que muchos dejaron la homosexualidad: Las dos razones más comunes para buscar el cambio eran que vivir como homosexual o lesbiana ya no era satisfactorio (81%) y que el comportamiento homosexual estaba reñido con la religión del participante (79%)”.
Las propuestas para el cambio
La declaración Homosexualidad y Esperanza, de la Asociación Médica Católica, señala que “la terapia para la atracción no deseada por el mismo sexo registra una tasa de éxito de 30% (y otro 30% son parcialmente curados) por lo que en la sociedad hedonista de hoy, ¿cuánto más éxito se podría esperar en una cultura verdaderamente católica que proporcione todos los elementos para la práctica de la virtud?”.
José de Jesús González Salazar, del Grupo Interdisciplinario de Sexología (GIS), asegura que existen infinidad de propuestas en el sentido del cambio de preferencia sexual, pero asegura que hasta el momento no hay evidencia científica en este sentido y agrega:
“No hay persona que viva plenamente negándose a hacer lo que le gusta. Sin duda se puede modular el deseo sexual, pero el punto importante y debatible es si el individuo se aleja de ello por la culpa o porque los argumentos están basados en falacias. De todas las religiones la católica es la más culpígena y subraya que la inmoralidad siempre te cobrará factura o que te aleja de Dios”
De acuerdo con la Sagrada Escritura (Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”.
La interpretación del catolicismo es que son contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida; no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual, por lo que no pueden recibir aprobación en ningún caso.
La alternativa
En medio de la polémica y discriminación por parte de la Iglesia católica, surge Courage Internacional, como una alternativa, dicen, para quienes desean seguir en su vida el plan del Señor.
Courage se funda en EU por John Harvey, sacerdote de la congregación de San Francisco de Sales en 1980, y su sección latina basada en México aparece en 2002, impulsado por el padre Buenaventura Wainwright, sacerdote benedictino, de la diócesis de Cuernavaca.
Este apostolado de la iglesia católica romana, reconocido por el Pontificio Consejo para la Familia de la Santa Sede y la Conferencia del Episcopado Mexicano, recibió más impulso al ser acogido en la Basílica de Guadalupe en 2005. Empezaron 10 integrantes y hoy son 5 mil.
Apenas en 2008, la Agencia de Noticias sobre Sexualidad publicó una encuesta que refería que cuatro de cada 10 personas homosexuales buscan una alternativa a sus condiciones de vida.
Alfredo tiene 42 años y casi cinco de haber llegado a Courage Latino. El primero que lo recibió fue Dios a través de los abrazos de sus compañeros en un retiro. “Nunca imaginé que el Señor me quisiera tal como era”, reconoce.
De ahí empezó un largo proceso de acompañamiento espiritual y terapias especiales, donde Alfredo dice haber encontrado la razón del porqué su atracción por personas del mismo sexo.
“Tuve un padre militar, estricto, nunca nos demostró su cariño. No hubo abrazos, ni pláticas. La atracción hacia mí mismo sexo la experimenté por primera vez en la primaria con un profesor, luego, como a los 11 años me acerqué a un vecino que abusó de mí sexualmente, por lo que tuve muchas complicaciones de salud que eran propias de un adulto.
“Luego del abuso me aparté de familia y amigos. Fue en la preparatoria, a mis 18 años, cuando conocí a un médico, con el que mantuve mi primera relación sentimental. De ahí otras más. Hoy sé qué en esos hombres buscaba la figura masculina que nunca tuve de mi padre”, dice.
Alfredo es hoy el coordinador de un grupo de Courage en la Ciudad de México, que reúne cada semana entre 20 y 30 personas. La oración a Dios es el inicio invariable de esas sesiones, seguida de la reafirmación de sus cinco objetivos: castidad, crecimiento espiritual, ser testimonio y misionero, fomentar el compañerismo y el servicio.
El proceso
Se recurre a los textos bíblicos para hacer un compartimento y rendición de cuentas semanal, donde todos vierten sus experiencias para ayudar a los otros, siempre acompañados de un mentor heterosexual que los guía en este camino.
“El mentor, quien nunca ha tenido conflictos en la atracción homosexual, enseña lo que es el modelo de la masculinidad en el caso de los hombres, y lo femenino para las mujeres”, relata Alfredo.
En el grupo pueden salir incluso detalles tan simples como el de aprender a ponerte una corbata, rasurarte, relacionarte de manera sana con personas del mismo sexo, integrarte a espacios predominantemente masculinos como los gimnasios o equipos de futbol, así como saber iniciar una relación de cortejo.
El mentor tiene una fuerte formación espiritual para atender de manera individual y en grupo las necesidades de los integrantes, sin embargo sólo aconseja, con base en su experiencia, ciertos comportamientos, porque a las personas que así lo deseen se les canaliza con un especialista para terapias de reorientación.
Alfredo dice que dentro de las terapias no abarca de manera especial la atracción a su mismo sexo, sino el trabajo de las heridas pasadas que lo condujeron a ciertos comportamientos y búsqueda de prototipos masculinos, por lo que ese gusto se desvanece por añadidura.
Otra característica para subrayar en Courage es la búsqueda de la castidad espiritual y física, condición que para cualquiera podría ser una condena, pero que para ellos es simplemente seguir el mandato divino que, dicen, no es diferente o especial a lo que se les sugiere a los solteros heterosexuales.
Alfredo es casto desde hace nueve años, pero, asegura, con una paz interior de que está siendo digno a los ojos de Dios y de que a su vida ya ha vuelto la gobernabilidad.
“Creemos en la castidad como un estado de gracia que emana del corazón como un regalo de Dios. La castidad no es un estado de represión sino al contrario, un estado de libertad en donde el hombre puede decidir y no sus impulsos deciden por él”, dice Courage.
La tención es posible
Cierto es que Alfredo se ha sentido en ocasiones vulnerable. El deseo vuelve pero al instante llega la súplica a Dios para que le quite esa sensación.
José de Jesús González Salazar asegura que habrá personas que bajo prácticas y principios religiosos puedan vivir una vida plena y congruente, “pero esos serán los menos, porque al final el deseo llegará, podrá modularse pero también puede traicionar”.
“La intensidad del deseo ya no es la misma, pero además tengo claro que esa necesidad sexual legítima la estaba satisfaciendo de forma ilegítima. Hoy he aprendido a ver la belleza de los hombres como lo hermoso que me puede resultar la naturaleza misma”, dice Alfredo.
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