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Los últimos sondeos de opinión carecen del empuje y el entusiasmo que hace un año provocaba entonces presidente electo, Barack Obama, cuando deslizaba la mano sobre la misma biblia que utilizó Abraham Lincoln y electrizaba a los casi dos millones de ciudadanos que se apretujaban frente al Capitolio y a lo largo del gigantesco paseo central de esta ciudad para verle jurar como el 44 presidente de Estados Unidos.
Lejana se antoja el aura de popularidad y esperanza que se cifraba esa mañana de frío y escarcha, cuando Obama llegó a la Presidencia, con casi 80% de aprobación, mientras George W. Bush emprendía una vergonzosa retirada con 22% de popularidad, la peor para un presidente en casi un siglo.
Hoy, al cumplirse el primer año de la toma de posesión de Obama, los primeros síntomas de frustración y desilusión han conseguido pinchar la burbuja de popularidad del presidente. Según las últimas encuestas, Obama pierde fuelle y sólo lo apoyan entre 47 y 50% de los ciudadanos, aunque con reservas.
En otras palabras, tras sus primeros 12 meses en la Casa Blanca, la mitad del país parece desencantada, mientras el otro 50% aún le concede el beneficio de la duda.
“El gran error del presidente Obama ha sido permitir a sus ciudadanos olvidar, demasiado pronto, que los problemas de la economía no comenzaron con su mandato”, dijo el economista y Premio Nobel Paul Krugman.
Pese a que los analistas consideran que el presidente ha encabezado una administración “competente, disciplinada y heterodoxa” y que ha conseguido revertir la peor crisis desde los años de la Gran Depresión —ha conseguido un crecimiento de la economía en el tercer trimestre del 2009—, no está claro que su administración será capaz de recuperar el terreno perdido en el mercado laboral, donde se registra el peor índice de desempleo (10%) en los últimos 26 años.
“Un considerable número de economistas, entre los cuales me incluyo, sugerimos un plan de estímulo más ambicioso del anunciado… Hoy, es evidente que este programa no fue lo suficientemente grande para generar la creación de empleos en el 2009”, añadió Kurgman al considerar que Obama debió concentrar menos sus esfuerzos en la reforma sanitaria y más en la creación de empleos.
A la baja
Por si fuera poco, la deuda nacional está fuera de control y las proyecciones auguran que llegará a los 12 billones de dólares en 2015. Es decir, más del doble de la que encontró Obama cuando llegó a la Casa Blanca.
La sensación de que el mandatario que llegó con la promesa del cambio pudo hacer más de lo logrado en su primer año de su mandato, no es sólo una percepción que comparten muchos demócratas y electores independientes. Las evidencias de su “excesivo pudor” o “moderación” a la hora de meter en cintura a las instituciones financieras de Wall Street y el hecho de que los republicanos le hayan ganado en la batalla mediática, se han convertido en semilla de una frustración creciente y razón de la desafección demócrata.
“El fracaso de Obama para estar más en línea con su propio partido le ha supuesto un elevado costo político. A causa de ello sus índices de popularidad están a la baja y en noviembre próximo, en las elecciones intermedias, los demócratas podrían despedirse de su supermayoría en el Senado”, consideró la revista The Economist en una valoración que ha dejado ver las luces y las sombras de su primer año en la Casa Blanca.
A pesar de que el logro de Obama ha sido romper con el pasado y distanciarse de un legado que le dejó con dos guerras abiertas, la velocidad y la contundencia con la que ha acometido los cambios prometidos dejan hoy mucho que desear. A manera de ejemplo, el esperado cierre de la prisión de Guantánamo es una promesa pendiente.
Aunado a ello, las resistencias de Obama a encarar a países como Israel —que ha hecho caso omiso de las advertencias de EU para congelar la construcción de nuevos asentamientos—, o su ambivalente postura frente a China, que no ha conseguido mejorar la situación de los Derechos Humanos, han aumentado la legión de críticos que cuestionaron las razones del comité de los Nobel para concederle en el 2009 el galardón por la paz.
Todo ello sin contar las grandes asignaturas pendientes de Obama para impulsar la reforma del sistema financiero, la reforma migratoria y la energética. “Una agenda que tendrá que aprovechar para dejar atrás algunas de las fallas que podrían costar muy caro a los demócratas en noviembre”, consideró el analista, Dan Balz.
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