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viernes, 27 de febrero de 2009

Jatamí contra Ahmadineyad.

Noticia:


El regreso a la arena política de Mohamed Jatamí añade un plus de incertidumbre a las elecciones presidenciales iraníes del próximo 12 de junio. El ex presidente reformista constituye el mayor desafío a un segundo mandato de Mahmud Ahmadineyad, si vuelve a presentarse como está previsto. Aunque no están en juego ni el régimen islámico ni los fundamentos del sistema, la posibilidad de elegir entre el más liberal y el más conservador de los gobernantes que Irán ha tenido desde la revolución de 1979, da a los iraníes una opción sin precedentes de expresarse sobre el futuro de la República Islámica.

Hubiera preferido que no se hubiera presentado, pero una vez que lo ha hecho, vamos a trabajar para ayudarle a frenar a Ahmadineyad", declara un funcionario de rango medio haciéndose eco del sentir de muchos iraníes educados y urbanos que constituyen los potenciales votantes de Jatamí. Desilusionados en su día porque sus promesas de cambio se quedaron a medias, han terminado por aceptar que es la única figura reformista con el suficiente carisma para enfrentarse al actual jefe del Ejecutivo.

Que nadie se llame a engaño. Tanto Ahmadineyad como Jatamí respaldan sin fisuras el sistema de gobierno que instauró la revolución, en el que un líder supremo, en la actualidad el ayatolá Ali Jamenei, tiene la última palabra en todas las decisiones de Estado. Por si quedaban dudas, el candidato reformista se ha preocupado de despejarlas enseguida. "Estamos trabajando dentro del marco del sistema, y somos leales a la Constitución y al líder", ha precisado para contrarrestar las acusaciones de los fundamentalistas.

Sin embargo, en política exterior, economía o la puesta en práctica de las normas islámicas en la sociedad, sus visiones son tan diferentes como sus personalidades. Jatamí, de 65 años, hijo de un ayatolá, es un clérigo formado tanto en los estudios islámicos como en la filosofía occidental, de modales refinados y con exposición al mundo exterior (además de hablar persa y árabe, se defiende en alemán e inglés). Por su parte, Ahmadineyad, de 52 años, hijo de un modesto herrero, es ingeniero de caminos, fue miembro del cuerpo de Guardianes de la Revolución (los Pasdarán) y hasta su primer viaje a la sede de la ONU en Nueva York en 2005 no había salido de Irán.

Durante sus dos mandatos, entre 1997 y 2005, Jatamí, que logró captar el deseo de cambio que se palpaba entre los jóvenes (dos tercios de la población), las mujeres y los intelectuales, procedió a relajar las presiones sociales y dio aire a una sociedad civil que hasta entonces estaba en las catacumbas. Al mismo tiempo, buscó una relación más distendida con Occidente y aceptó la suspensión temporal del enriquecimiento de uranio a cambio de unos incentivos que no llegaron a concretarse.

Con la llegada de Ahmadineyad, Irán volvió a sumirse en el aislamiento internacional. El presidente reanudó el enriquecimiento y convirtió el programa nuclear en un asunto de dignidad nacional. A la vez, sus declaraciones provocadoras poniendo en duda el Holocausto reforzaron los temores de quienes sospechan que ese proyecto esconde un objetivo militar. Dentro del país, regresaron las campañas de moralidad, se estrechó el cerco sobre los activistas de la sociedad civil y aumentó la censura del arte, la literatura, la música y el cine.

"Jatamí pretende recuperar el hilo del progreso que quedó interrumpido en 2005", explica a EL PAÍS su jefe de campaña, Mohamed Atrianfar, en referencia a la fecha en que Ahmadineyad le relevó al frente del Gobierno. La Constitución iraní prohíbe que los presidentes ejerzan más de dos mandatos consecutivos y desde 1981 todos se han asegurado la reelección. Sin embargo, los reformistas confían en capitalizar el descontento que ha generado la mala gestión económica del Gobierno fundamentalista. A pesar de que los altos precios del petróleo proveyeron hasta el verano pasado los mayores ingresos de la historia de Irán, las políticas populistas de Ahmadineyad no sólo no han logrado frenar el paro y la inflación sino que los han exacerbado.

Sin duda el malestar por la crisis va más allá de quienes nunca simpatizaron con el político ultraconservador. Incluso muchos de sus votantes se sienten desengañados porque no han visto llegar los beneficios del petróleo a su mesa, como les prometió durante la campaña. Aún así, el presidente no sólo cuenta con el aparato del Estado a su favor, sino que sigue siendo popular en las pequeñas ciudades de provincias, entre los más pobres a los que ha dado ayudas en efectivo, entre la legión de veteranos, viudas e hijos de mártires que viven de las subvenciones del sistema y entre quienes admiran que haya plantado cara a Occidente.

Pero antes de enfrentarse a su rival, Jatamí tiene que vencer la desilusión de quienes en 1997 le eligieron con el mayor número de votos obtenido por un presidente iraní (21 millones frente a los 5 millones que obtuvo Ahmadineyad en la primera vuelta de 2005). Entonces, las enormes expectativas despertadas por su éxito quedaron frustradas por el estrecho margen de maniobra que el sistema islámico iraní concede al jefe del Gobierno. Los conservadores, que siempre han controlado el sistema judicial, el aparato de seguridad y la radiotelevisión, bloquearon sus intentos de reforma, y él se plegó.

"Ahora cuenta con el beneficio de unas menores expectativas y considerable experiencia en cómo tratar con los duros", apunta el ex diputado reformista Jalal Jalalilzadeh, convencido de que se trata de la mejor opción para frenar a Ahmadineyad. Al final, como ha reconocido Ali Abtahi, ex vicepresidente y uno de los más cercanos colaboradores de Jatamí, todo va a depender de la participación. "Si es elevada, podemos ganar", aseguró el día del anuncio de la candidatura. El vacío que le está haciendo la televisión iraní (bajo control estatal) y los ataques de la prensa conservadora parecen confirmar que tiene posibilidades.


Comentario:

Podemos afirmar de Irán, como ellos aseguraron de Estados Unidos con la elección de Barack Obama: cambiarán al capitán del barco, pero el barco va siempre al mismo rumbo. Allá, en Irán, tampoco habrá mucha diferencia entre liberales y conservadores.

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