Reportaje:
El País de España.
"Alemania se beneficiará especialmente cuando se reanime la economía mundial, del mismo modo que su caída nos está afectando especialmente a nosotros". El ministro alemán de Economía, Karl-Theodor zu Guttenberg, trataba el miércoles de poner así una nota de optimismo entre las calamitosas previsiones para 2009 que presentaba en Berlín. Sonó más bien fatalista: ahí fuera, en "la economía mundial", lejos del control y hasta del alcance del Gobierno, están las condiciones para que volvamos a levantar cabeza.
No en vano, la caída de las exportaciones provocada por la crisis mundial ha doblegado a la primera economía europea, cuya producción industrial sufre por el desplome de la demanda en todo el mundo. Como consecuencia, el producto interior bruto (PIB) caerá el 6% este año. En 2010, 4.600.000 alemanes estarán en el paro. Serán casi cinco millones antes de que termine ese año. Los datos son claros. Alemania se enfrenta a la peor recesión desde que se fundó la República Federal en 1949. No cesan las comparaciones con la Gran Depresión de 1929, que contribuyó al caos que alentaron y aprovecharon los nazis para asaltar el poder en 1933.
Al actual Gobierno de coalición entre los democristianos de Angela Merkel (CDU) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) le quedan más de cuatro meses de difícil gestión hasta las elecciones de septiembre. Los principales rivales para esos comicios son todavía socios en el Gobierno y tienen que enfrentarse juntos a la crisis. El ministro Guttenberg, socialcristiano del CSU (partido hermano de la CDU en Baviera), está abocado así a entenderse con el socialdemócrata ministro de Hacienda, Peer Steinbrück, con quien debe pactar los gastos extraordinarios para contener la recesión.
Guttenberg cree que la economía crecerá medio punto en 2010. Un rebrote muy discreto que sólo tendrá lugar, en todo caso, "cuando se reanime la economía mundial". No confían en ello los expertos, que auguran una nueva caída del 0,5%. Los pronósticos a más corto plazo señalan una espiral descendente, algo así como un torbellino que, de desatar toda su virulencia, podría traer consecuencias imprevistas en lo político y en lo social. En lo económico, lo imprevisto ya está aquí.
Hace apenas un año, tanto los institutos de economía como los políticos alemanes se mostraban confiados en que la crisis pasaría sin mayores sobresaltos. La preeminencia de Alemania entre los fabricantes de productos industriales de gama alta, como automóviles o maquinaria especializada, daba una seguridad a los analistas que se ha demostrado del todo ilusoria. La caída de los pedidos, que según la patronal ha superado el 60% en algunas empresas, provocará antes o después un recorte de salarios y un notable aumento del paro. El consumo interno acusará el golpe y con él, la recaudación de la Hacienda pública. La ola de despidos ya está afectando a los trabajadores menos cualificados.
Las empresas tratan de mantener a los obreros especializados mediante la reducción de las jornadas laborales. Los sindicatos han presionado al Gobierno para que prolongue las ayudas para las jornadas reducidas, evitando los despidos. Se amortigua así, de momento, el impacto del desempleo en las clases medias. Un millón y medio de empleados se acogen ya a estas subvenciones. Sin embargo, y pese a la reciente prórroga de las ayudas a 24 meses, los analistas coinciden en que los despidos masivos están a la vuelta de la esquina si los empresarios no acaban por divisar la anhelada luz al final del túnel. Podrían, incluso, llegar antes de las elecciones de septiembre.
Este mismo mes, la recesión ha impedido el repunte del mercado laboral que anualmente trae la primavera. El número de desempleados cayó en abril en un total de mil personas respecto al mes de marzo. La cifra resulta irrisoria si se tiene en cuenta que hay 171.000 parados más que en igual mes de 2008. La cifra de desempleo corregida de efectos temporales ha aumentado en 58.000 personas.
Respecto al paro, las previsiones del Gobierno son más optimistas que las de los expertos. Lo cinco millones de parados a finales de 2010 son cosa segura para diversos analistas. Tras las vacaciones de verano, miles de empresas alemanas evaluarán si les conviene mantener las jornadas reducidas de sus trabajadores o más bien despedir a parte de ellos.
El desacuerdo más patente entre el Gobierno y los institutos económicos está en el cálculo del crecimiento salarial. Dicen los expertos que los salarios alemanes caerán un 3,6% en 2009. Guttenberg acusó a los economistas independientes de haber hecho mal las cuentas y aseguró que el crecimiento será positivo y alcanzará el 1%. Una caída de los salarios brutos significaría para el Gobierno la disminución de los ingresos en concepto de Seguridad Social y seguros de desempleo, que podría desembocar en un recorte de las jubilaciones. Dinamita electoral. El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung se declaraba incapaz de dilucidar "si la interpretación del Gobierno tiene razones fácticas o políticas". El galimatías macroeconómico también requiere fe.
La que parece albergar la canciller Merkel, que sólo abandona el burladero para lanzar algún que otro tímido mensaje de esperanza. Como en la feria de Hannover, donde aventuró el 20 de abril que "quizá hayamos alcanzado ya el punto más bajo de la crisis". O quizá no, como le indicó el grupo de expertos invitados por ella el pasado 22 de abril a la Cancillería.
La cita no fue ni mucho menos para echar cohetes. El jefe del Banco Federal (Bundesbank), Axel Weber, advertía a la canciller del riesgo de inflación en Alemania, mientras que los expertos del instituto IFO de Múnich insistían en que el verdadero riesgo es la deflación, la caída generalizada de los precios. Los representantes sindicales y empresariales aprovecharon el encuentro para exponer sus respectivas cuitas a la canciller. Con semejante panorama, no sorprende a nadie que alguno de los presentes se refieran al "ambiente funerario" que reinó en la reunión de expertos.
Estaban entre ellos los mismos que el año pasado pronosticaban una "desaceleración económica" y un "aterrizaje suave" tras el reciente auge alemán. Kai Carstensen, del instituto IFO de investigación económica, reconoce que "había señales significativas ya hace un año para prever una recesión". Hubo un error de apreciación. "Creíamos que los problemas del sector bancario se resolverían con las intervenciones del Estado". El hundimiento del banco neoyorquino Lehman Brothers, la ola de nacionalizaciones y quiebras bancarias en todo el mundo no entraban en los cálculos de los analistas. Ahora, la crisis generalizada no ha dejado indemne a ningún mercado.
Los nuevos ricos que compraban en Shanghai o Moscú automóviles fabricados por Mercedes o Porsche y las multimillonarias inversiones en maquinaria pesada y de precisión made in Germany que se permitían hasta 2008 las economías hinchadas de petrodólares son agua pasada. En Alemania queda ahora una industria del automóvil con excesiva capacidad de producción y muelles medio vacíos en los grandes puertos exportadores de Hamburgo y Bremerhaven.
Y ahora, ¿inflación o deflación? El abaratamiento del precio del dinero y la puesta en marcha de la máquina de imprimir billetes por parte del Banco Central Europeo (BCE) hacen temer la primera. El miedo de los consumidores a perder su empleo o a los recortes en las jubilaciones, sumado a la precaución debida a las dificultades para contratar créditos privados, permiten sospechar que los precios bajarán próximamente, con consecuencias dramáticas para los salarios, el desempleo y el consumo. El Gobierno no habla de deflación, pero tampoco espera que los precios aumenten demasiado: el 0,3% este año y el 0,7% el que viene. En 2008, el índice de precios al consumo (IPC) aumentó en un 2,6%.
Está por ver cómo sale la industria alemana de la crisis internacional. En febrero, la producción industrial alcanzó sólo el 75% de la de febrero de 2008. La fabricación de automóviles cayó en el mismo mes a la mitad respecto a la de febrero del pasado año. Los pedidos totales se redujeron en un 40%, de modo que son de esperar nuevas caídas en todos los sectores productivos del país. La niña bonita de las industrias alemanas, la automotriz, sufrirá un nuevo bofetón cuando expiren, en 2010, los incentivos públicos por la compra de automóviles nuevos. De momento, la veterana Opel ya lucha por su supervivencia, víctima de la caída de su matriz estadounidense, General Motors.
Con su retroceso previsto del 6%, la economía alemana será una de las más castigadas por la crisis. Sólo los japoneses lo tendrán peor, entre las grandes economías mundiales. No obstante, el Gobierno se ha negado repetidamente a aplicar un tercer plan de recuperación o de añadir más millones a los 80.000 que ha dedicado a reactivar la economía con dos planes de estímulo. "Nuestros programas anteriores están empezando ahora a surtir efecto", aseguró Guttenberg esta semana. Recordó el ministro que el plan alemán fue diseñado para aplicarse a lo largo de dos años. Alemania es partidaria firme de las ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI) a los países con problemas económicos graves. Estas ayudas redundan antes o después en beneficio de las potencias exportadoras. A fin de cuentas, tres cuartas partes del retroceso de la economía alemana se deben, según el Gobierno, a la tremenda caída de las exportaciones.
En la Cámara de Comercio e Industria DIHK, el analista Ilja Nothnagel detecta una "recuperación de confianza en las empresas, aunque debe decirse que parte de niveles muy bajos". Divisa Nothnagel "señales en la economía que indican una lenta recuperación". Alemania podría beneficiarse de los programas internacionales de reactivación, como los aprobados por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Uno de los sectores mejor dispuestos en la competencia internacional es el de las energías renovables, en el que diversas empresas alemanas podrían salir fortalecidas de la crisis internacional.
Pese al aumento del paro, los pronósticos de Guttenberg no contemplan un retroceso significativo de la demanda interna. El Gobierno confía en las medidas paliativas ya aplicadas, como la reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social, los incentivos por tener hijos y las subidas de las jubilaciones. El consumo, dice Guttenberg, es un factor de estabilidad en Alemania.
Entre los críticos al Gobierno aumenta el coro de los que piden un paulatino ajuste de la demanda interna y las exportaciones, para que la economía no dependa tanto de factores externos. Alemania, todavía "campeona mundial de exportaciones", no ha sabido incentivar el consumo interno de forma estable. El repunte de la venta de automóviles por las subvenciones públicas se acabará pronto. Sindicatos y partidos de izquierda piden rebajas fiscales y otros apoyos a los trabajadores para que aumente la demanda y se corrija el peso desmesurado de las exportaciones en la economía del país.
Entre tanto, los futuros contendientes electorales que ahora gobiernan en coalición esperan capear el temporal hasta las federales. Las llamadas al optimismo del ministro Guttenberg y de la canciller no ocultan, sin embargo, los graves riesgos que traen el endeudamiento público, el aumento del paro y la insólita caída del PIB. Riesgos que, en primer lugar, atañen a su reelección en septiembre. Después, a todo lo demás. -
Comentario:
Fundamental, el papel de Alemania para muchas otras economías de la zona.
Coronavirus, la amenaza esta ahí afuera
Hace 4 años
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