Entrevista:
El País de España.
"Déjenme empezar por algunos comentarios y luego respondo a sus preguntas". El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick (Naperville, Illinois, 1953), no quiere desaprovechar la más mínima oportunidad para disparar sus mensajes: necesita adeptos para la causa del desarrollo -más aún en tiempos de crisis- y conoce bien el papel que desempeñan las relaciones públicas. Extremadamente preciso con sus palabras, luce un bigote con trasquilones, que contrasta con el exótico detalle de sus gemelos (un sello blanco con un tigre estampado en azul) y con un alfiler de corbata con logotipo institucional, como de otra época.
De visita en Madrid para entrevistarse con José Luis Rodríguez Zapatero, Zoellick no tiene reparos en reconocer que las autoridades políticas -y él mismo- suelen exagerar los riesgos que se ciernen sobre la economía para evitar que esas amenazas se materialicen, en una suerte de guerra preventiva. Pero los peligros están ahí: la crisis financiera que estalló hace casi dos años mutó en crisis económica y, de la mano del desempleo, puede convertirse en una "grave crisis humana y social" de consecuencias políticas imprevisibles.
Pregunta. Los más optimistas dicen que lo peor ha quedado atrás en el mundo desarrollado. ¿También entre los emergentes?
Respuesta. Los mercados financieros se han recuperado un poco y en algunos países, tanto desarrollados como emergentes, las Bolsas han empezado a subir. Pero hay que tener cuidado porque la utilización de la capacidad de producción sigue muy, muy baja. Y ésa es una señal de alerta. Los ministros de Finanzas del G-7 y del G-20 transmiten cierto alivio porque se ha frenado la caída: aunque podamos tener un crecimiento bajo o negativo, el escenario es menos malo. Pero los economistas y la gente de la industria son conscientes de que la recuperación tardará en llegar y será más lenta de lo previsto.
P. ¿Y qué opina usted?
R. Que nadie lo sabe con seguridad. Hay un elevado grado de incertidumbre, de riesgo. Y una institución financiera dedicada al desarrollo debe centrarse en no ignorar los riesgos.
P. ¿Cuáles son los más peligrosos?
R. Muchos. Tal vez el principal es que hay que seguir saneando el sistema financiero: EE UU ha dado pasos en la buena dirección, pero aún hay bancos con serias dificultades relacionadas con los préstamos al consumo, las tarjetas de crédito o el sector inmobiliario. Además, EE UU depende más que Europa del mercado de titulizaciones, y ese mercado aún no se ha recuperado.
P. El Banco Mundial suele atacar también el proteccionismo y ha advertido de las dificultades en varias áreas económicas.
R. Existen riesgos adicionales. América Latina se ha mantenido razonablemente bien, aunque México y Centroamérica están bajo tensión porque dependen mucho del mercado estadounidense. Europa del Este está en una situación delicada, especialmente los países del Báltico y otros como Rumania. Otras zonas de penumbra son tanto el peligro asociado al proteccionismo como la deuda privada en el mundo emergente, a pesar de las ayudas del FMI. Y luego existe lo que llamo el factor X, eso que nunca se ve venir -como la gripe A-. Ya sé que todo el mundo está discutiendo si hay brotes verdes o no. Mi opinión es que con este panorama nadie sabe con certeza lo que va a suceder y lo mejor es estar preparados para cualquier imprevisto.
P. ¿El este de Europa puede desatar una nueva tormenta?
R. La crisis ha provocado problemas, con consecuencias sobre la banca. Seis grandes bancos europeos poseen el 90% del sistema financiero de la región, y si retiraran su capital el efecto multiplicador sería muy negativo. De ahí los 31.000 millones de dólares que hemos puesto a disposición de los bancos y la aportación de la UE, que ascenderá a unos 20.000 millones de euros más.
P. Pese a esas incertidumbres, ¿para cuándo fijaría el inicio de la recuperación?
R. Hay gente que maneja finales de 2009, otros dicen que a principios de 2010. En cualquier caso va a ser una recuperación de baja intensidad durante un tiempo prolongado, porque hay mucha capacidad sin utilizar en la industria y el paro va a seguir subiendo. Y ése es un buen caldo de cultivo para políticas populistas y proteccionistas. Entre los países emergentes hay grandes diferencias: China puede sorprender al alza, ha obtenido buenos resultados con el plan de estímulo; para países como México y Brasil, la principal amenaza es no tener acceso a la financiación. Luego hay un buen puñado de países africanos, como Liberia, Costa de Marfil y otros, que son Estados frágiles y ven peligrar sus avances. Y hay una crisis alimentaria larvada, que no se ha calmado tanto como la gente cree.
P. ¿El riesgo de que se repita una depresión como la de los años treinta ha quedado definitivamente atrás?
R. La probabilidad es baja, pero nunca nula. Las dos grandes diferencias con los años treinta son la distinta reacción de los bancos centrales -que han sido muy activos y en los años treinta fueron parte del problema- y el proteccionismo, que entonces cerró los mercados. No creo que una depresión sea probable, pero si pasa sería terrible. Para países en desarrollo de rentas medias como Colombia o Perú, que han estado haciendo un buen trabajo, la persistencia de esta crisis durante años tendría un coste social inmenso, y debemos trabajar para que eso no suceda. En la crisis asiática de 1997, todo el mundo se preguntaba si China superaría ese escollo y ahora es una de las fuentes de crecimiento global. Cuantas más fuentes tengamos, mejor le irá a la economía mundial.
P. Tras el incremento vertiginoso del desempleo y las protestas que han aparecido ya en muchos países, ¿ve riesgos de una crisis social?
R. Puede ser. Lo que empezó como una gran crisis financiera y se convirtió en una profunda crisis económica, ahora está derivando en una gran crisis del desempleo y, si no tomamos medidas, hay riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicaciones políticas muy importantes. La clave pueden ser las medidas de estímulo. Si tomamos como ejemplo China en 1998, la inversión en infraestructuras sirvió para crear empleo, pero también para sentar las bases de la productividad y el crecimiento futuro. Si creamos infraestructuras que pongan a la gente a trabajar, ésa puede ser una forma de unir retos de corto plazo con estrategias de largo plazo.
P. El mundo desarrollado se ha pasado años escatimando ayudas al desarrollo, pero con la crisis se han movilizado recursos públicos a toda velocidad para rescatar a la banca. ¿Eso le decepciona?
R. El presidente brasileño Lula dijo en el G-20 que lo más importante para los emergentes era que las economías de los países desarrollados retomaran el crecimiento. Vivimos en una economía global. México y Centroamérica no pueden crecer si no lo hace EE UU. Si Europa no sale del túnel eso tiene repercusiones sobre África y el resto del mundo. Así que tiene sentido dedicar el primer dinero a los planes de estímulo y a sanear los activos tóxicos de los bancos. El siguiente paso es seguir presionando para hacer más por los países desarrollados, más allá del FMI. El Fondo está ahí para resolver crisis de balanzas de pagos y crisis financieras. Pero es el Banco Mundial quien se debe ocupar de los programas sanitarios, de seguridad alimentaria, de producción agrícola y de inversión en infraestructuras.
P. ¿Hay dinero suficiente?
R. En estos momentos estamos bien capitalizados, pero no hay suficiente dinero público para hacer frente a todos los problemas: sólo hay que echar un vistazo a los déficit para saber por qué. Así que estamos aplicando vías novedosas para atraer capital privado, como los fondos de pensiones o los fondos soberanos, para invertir en los países emergentes. Hasta ahora se pensaba que estos países conllevaban mucho riesgo, pero después de lo que ha pasado hay que empezar a pensar que tal vez los mayores peligros no estaban ahí.
P. ¿Cuánto dinero necesita el Banco?
R. Eso depende de lo que dure la crisis. En estos momentos, queremos asegurarnos de que los países no den marcha atrás en las políticas de ayuda al desarrollo. Suelo citar a España como ejemplo de país que sufre una fuerte desaceleración económica pero intenta mantener e incluso aumentar su ayuda. Estamos tratando de crear un Fondo de Vulnerabilidad, al que los Gobiernos destinen el 0,7% de sus planes de estímulo, lo que supondría unos ingresos de entre 12.000 y 13.000 millones de dólares, a los que habría que sumar otros fondos procedentes de Alemania, Japón y tal vez de Suecia.
P. ¿Cómo van las promesas que se hicieron en el G-20?
R. Creo que las últimas reuniones del G-20 son un hito. La cumbre de Londres aportó soluciones muy positivas sobre planes de estímulo o sobre la amenaza proteccionista. El reto es ahora poner el foco en las necesidades específicas de los países en desarrollo en la próxima reunión, que se celebrará en septiembre en Nueva York.
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