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lunes, 9 de febrero de 2009

Muere Eluana.

Noticia:


"No podemos vernos mañana, ha pasado una cosa más grande que nosotros". Así dio la noticia a este periódico Beppino Englaro, este lunes a las 20.25. La muerte de su hija Eluana acababa de ocurrir, a las 20.10 en la clínica La Quiete di Udine.

Englaro, siempre un caballero, ha llamado por teléfono para anunciar que debía suspender una entrevista con Iñaki Gabilondo, que se iba a celebrar este martes en Lecco. Estaba tranquilo, calmado. "No puedo explicar por qué, ya lo entenderás". Qué tipo, Beppino Englaro.

Su hija Eluana dejó de respirar cuando en el Senado se debatía la ley que el Gobierno había preparado para intentar salvarle la vida, o esa pantomima de vida que ella, y su familia, siempre se negaron a admitir. Sin dignidad, sin sentimientos, sin libertad. Atada a una máquina. Con la intimidad violada y la voluntad secuestrada.

Tras 17 años en estado vegetativo, y once de batalla legal, su espíritu indomable de libertad, y el ejemplo cívico de una familia heroica, estaban a punto de perecer a manos del Gobierno Berlusconi, que en un ejercicio de cinismo y prepotencia, aliándose contra natura con la jerarquía integrista de la Iglesia, y camuflando el atentado a la vida y la libertad plenas con invocaciones huecas a la vida y la libertad, decidió aprobar la ley Eluana.

Al golpe de escena de Berlusconi, Eluana, que es una verdadera purasangre de la libertad, respondió con un mutis por el foro definitivo e impidió que esa ley prefabricada para contrarrestar su voluntad pasara a la historia con su nombre.

Como diciendo, el primer ministro expresó su "profundo dolor por la muerte". "Es grande la amargura, porque no han dejado avanzar la acción del Gobierno para salvarla", dijo.

En el momento preciso de la muerte, en el Senado hablaba el oncólogo Umberto Veronesi, especialista en testamento biológico del Partido Demócrata. Pidió a los políticos que no aprobaran una ley "ilógica, irracional y emotiva" cuyo único objetivo, señaló, era "condenar a Eluana a vivir artificialmente hasta el infinito".

Veronesi hizo un discurso maravilloso, el mejor homenaje posible. Habló de la libertad inviolable de las personas, de la invasión tecnológica que es capaz de producir la medicina moderna, de la "pésima información" que ha rodeado el debate sobre el fin de la vida en Italia, de la ola de emociones levantadas por el discurso de la Iglesia y el Gobierno, "víctimas del cambio de paradigma que abre a la conciencia la vida artificial".

Cuando llegó a la cámara la noticia de Ansa, el presidente, Renato Schifani, pidió un minuto de silencio. Tras la pausa, se alzó una voz en las filas de la derecha: "Eluana no ha muerto, la han matado". Era el vicepresidente del grupo de Senadores del Pueblo de la Libertad, Gaetano Quagliariello. La asamblea se convirtió entonces en una bronca impresionante. La oposición insultaba ala derecha, estos gritaban "asesinos". Schifani apremió a los grupos a calmarse y seguir la iniciativa legislativa, pero la derecha ya no le encontró sentido. "Nosotros", dijo Quagliarello, "no tragamos".

La líder de los senadores del PD, Anna Finocchiaro, replicó con voz alterada: "Siguen ustedes perpetrando el enésimo acto de vandalismo político". Schifni levantó la sesión, que quedó suspendida temporalmente.

El Vaticano, poniendo broche memorable a su actuación en la historia, dijo a través del cardenal Javier Lozano Barragán: "Si la intervención humana se revela decisiva para la muerte de Eluana, seguiré afirmando que es un delito",

La muerte de Eluana despojó de sentido la tardía y precipitada intervención de la política, que en las últimas semanas había enfangado la modélica transparencia y honestidad de la familia Englaro en su lucha por ver reconocida la libertad fundamental de Eluana. Y dejó hechos trizas los falsarios argumentos de una Iglesia incapaz de ejercer la piedad cristiana. Las campanas de Udine sonaron a la hora de la muerte de Eluana, y decenas de personas que apoyaban a su padre encendieron velas en su honor fuera de la clínica. Otros pidieron a la policía judicial que aclararan la muerte de la mujer.

El presidente de la República expresó su "profunda proximidad al dolor de la familia y de todos los que estaban cerca de la pobre Eluana".

Beppino Englaro, sereno por fuera y roto por la emoción, recordó las palabras de Eluana antes del accidente. "Siempre decía que la muerte formaba parte de la vida. No debéis preocuparos por mí, quiero estar solo, no quiero hablar con nadie, lo único que pido a mis verdaderos amigos es que no me busquen. Estoy hecho así, y espero que me respeten".

Eluana, según confirmó su neurólogo, Carlo Defanti, sufrió una crisis imprevista, "sobre cuya naturaleza decidirá la autopsia".

Los senadores italianos, convocados de urgencia por el primer ministro, Silvio Berlusconi, habían abandonado por un día los urgentes problemas generales del país para aprobar a toda prisa una ley minúscula (apenas cinco líneas) y transitoria, de aspecto inmaculado y alcance devastador. "Esta ley es un golpe al Estado de Derecho", dijo Emma Bonino. "Cuando uno impone lo que uno no haría a todos los demás, eso es un estado totalitario, un estado ético".

Según estaba previsto, la ley-express diseñada por el Gobierno en sintonía con el Vaticano para bloquear la sentencia del Tribunal Supremo que autorizó a detener la alimentación a Englaroiba a ser aprobada por amplia mayoría. El Partido Demócrata (PD) aconsejó el "no" pero dejó libertad de conciencia. Los senadores radicales presentaron más de mil enmiendas al texto y tres prejuicios de inconstitucionalidad. El presidente Schifani solo aceptó 70.

Nada detuvo la sensación de farsa. La representación de los políticos italianos fue una colosal ópera bufa. A media tarde, el Gobierno se dio cuenta de que el texto de la ley estaba redactado de forma tan chapucera que condenaba no solo a todos los enfermos sino también a sus cuidadores a ser alimentados artificialmente y contra su voluntad.

El texto decía así. "A la espera de la aprobación de una completa y orgánica disciplina legislativa en materia del fin de la vida, la alimentación y la hidratación, en cuanto formas de ayuda vital y fisiológicamente indicadas para aliviar el sufrimiento, no pueden en ningún caso ser rechazadas por los sujetos afectados ni por quien asista a sujetos que no pueden valerse por sí mismos".

La senadora Bonino explicó que la ley "condenará a todos, pero a todos, a vivir colgados de una sonda para siempre". Y añadió: "El texto ha sido sometido a un parlamento domesticado y chantajeado por el pietismo televisivo".

La carrera contrarreloj del Gobierno y la Curia para torear a la Constitución italiana pedaleaba de forma irreparable hacia el esperpento. Si se aprobaba finalmente, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, debería promulgarla y publicarla en la Gaceta de la República. Podría negarse a hacerlo y devolverla a las cámaras para un nuevo examen (solo una vez, y si vuelve sin cambios debe aprobarla por fuerza), pero nadie en su sano juicio piensa en Italia que, tras tumbar el primer decreto, Napolitano fuera de nuevo el héroe que salve el orden constitucional subvertido por Berlusconi en aras de "la vida y la libertad".

Cabe recordar que el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, llamó el sábado a Napolitano para comunicarle "el vivo aprecio" de la Curia a la aceleración de la ley preparada por el Gobierno. Por supuesto, el Vaticano definió la llamada como "cortés" y explicó que Bertone aclaró a Napolitano que no es intención del Papa interferir en los asuntos políticos de otros Estados.

Comentario:

¿Se acabó la polémica?

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