Obama cautiva a Estado republicano.

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Pocos estados de la geografía nacional concentran hoy el mayor número de electores republicanos que han decidido sumarse a la causa del demócrata, Barack Obama. Tal es el caso de Virginia que durante casi medio siglo ha sido dominado por los republicanos.

El número de pósters y pegatinas, que promueven la candidatura de Obama a través de escaparates, ventanas y automóviles que recorren sus avenidas, es directamente proporcional al cambio de lealtades que se han producido casi a la misma velocidad con la que el miedo a una crisis económica ha generado una espantada.

Un factor al que habría que sumar, además, la terrible decepción tras los ocho años de George W. Bush; una pesada carga para John McCain, el candidato republicano que ya olisquea la derrota desde este territorio de eternos desencuentros, donde el río Potomac sigue marcando la línea divisoria que deviene desde la Guerra Civil, cuando el país se fracturó entre el norte progresista e industrial y el sur agrícola y conservador.

“Yo era un republicano de hueso colorado. Nunca he votado por un demócrata. Pero, después de escuchar a Obama, creo que ha llegado el momento de cambiar porque, además, es el único candidato que puede unir al país”, asegura Joshua Williamson, un diplomático jubilado que cada fin de semana apura su café en una sucursal del Starbucks, mientras revisa las notas necrológicas de los periódicos.

“Obama va a conseguir lo que ningún candidato demócrata hacía desde 1964: una victoria incuestionable en Virginia”, dice Williamson en un arrebato de optimismo, mientras despliega los últimos sondeos de opinión que ha realizado The Washington Post para darle a Obama una ventaja de ocho puntos en un estado que tiene 13 votos electorales.

Esa ventaja parecía imposible cuatro semanas atrás, cuando el candidato demócrata tenía serias dificultades para consolidar su candidatura entre el elector blanco y conservador. Hace cuatro años, George W. Bush aseguraba en Virginia su reelección a la Casa Blanca con un margen de casi ocho puntos de diferencia frente a John Kerry.

Hoy, Obama ha superado las cotas de apoyo no sólo de Bush en 2004, sino del actual gobernador, Tim Kayne y del senador, Jim Webb (ambos demócratas), cuando éstos aseguraron su victoria en 2006.

Sin embargo, y a pesar de la confortable ventaja que le aseguran las encuestas, Obama no ha dejado de insistir a sus simpatizantes y a sus ejércitos de voluntarios —que coordinan sus esfuerzos a través de una red de 50 oficinas en todo el estado—, sobre el riesgo de dejarse llevar por el exceso de confianza y la autocomplacencia.

“No podemos ceder ni un solo día, ni un solo minuto hasta que millones vayan a votar por el cambio”, ha insistido Obama mientras rebaña los últimos apoyos del plato electoral en estados como Ohio, Pennsylvania y Virginia, donde el temor al llamado “efecto Bradley” (el voto racista emboscado) sigue estando presente.

A manera de ejemplo, los 12 puntos de ventaja que McCain aún le sigue llevando a Obama entre los electores blancos de Virginia, un porcentaje que, aunque menguante, sigue mostrando las profundas resistencias de una base conservadora a un candidato de raza negra. Precisamente, el llamado efecto Bradley ha obligado a especialistas como Mark Rozell, a recomendar a los demócratas descartar de entre 3 a 4 puntos a sus encuestas, para aterrizar así las posibilidades reales de Obama, un candidato que —si se cumplen los pronósticos—, se encuentra a un paso de una histórica victoria en Virginia.


Comentario:

Se trata de un Estado gobernado por una persona de ascendencia hindú, lo cual es muy representativo. Si gana Obama, no cabrá la menor duda de que Estados Unidos se dirige a una transformación trascendental: una país de migrantes que comenzará a ser gobernado por estadounidenses de ascendencia múltiple. Eso, le dará mayor vision política a sus líderes.