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martes, 25 de agosto de 2009

En el planeta Kirchner.

Noticia:


“Un gobierno Joaquín Sabina”. No parece haber una imagen mejor para definir a la administración de los Kirchner, vista toda el agua que ha corrido en estos seis años. La idea salió de alguna tertulia, pero no sólo porque a la presidenta Cristina Kirchner y a su esposo les gusta el cantautor español, sino porque la gestión está construida de anuncios, medidas y metas basadas en aquella frase que el andaluz inmortalizó en su tema “Con la frente marchita” —título más gardeliano, imposible: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió…”, dice Sabina en aquella canción dedicada a una amiga suya argentina, que en los años 70 abrazó la militancia política en Montoneros.

Semejanzas históricas al margen, los Kirch- ner suelen apelar a esa estructura nostálgica cada vez que juran y perjuran que la inflación en lo que va del año es de 0.8%, cuando el incremento de precios real supera ya 11%; cuando aseguran que recibieron el país en ruinas, en mayo de 2003, pero la economía ya llevaba ocho meses de crecimiento sostenido fruto de la heterodoxa política del ex ministro Roberto Lavagna, o cuando la presidenta jura y perjura que tiene un pasado de militante política en La Plata, capital bonaerense atravesada por la represión militar en 1976, cuando en Montoneros nadie la vio militar “ni en la superficie ni en la clandestinidad”, recuerda un ex militante que fuera el responsable del “adoctrinamiento militar” de la organización en aquellos años de plomo.

“En la Universidad se dejaba ver en alguna asamblea de la FURN (frente universitario peronista), pero sin una gran participación. Nunca le escuché palabra…”, recuerda Ricardo González, de la cátedra de Derecho.

Es dura la nostalgia cuando lo que se añora no ocurrió. De ahí sus reiteradas apelaciones a aquellos años “peligrosos” en La Plata “huyendo” para la Patagónica Santa Cruz, donde la pareja presidencial se convirtió en pocos años en un par de acaudalados abogados y empresarios en Río Gallegos, capital de aquella provincia, donde la presencia militar siempre marcó el pulso de la vida cotidiana. Los Kirchner recién se acordaron de la militancia política en 1986, cuando salieron a buscar la intendencia de esa ciudad. Desde entonces nunca más perderían una elección hasta las legislativas de mayo último.

“Intendente, gobernador durante 12 años y nunca en ese lapso “una mención al golpe de Estado del 76, ni a los desaparecidos ni a la lucha por los derechos humanos. Nunca un acto oficial para conmemorar el 24 de marzo el golpe como en el resto del país”, recuerda el ex gobernador y hombre de confianza de los Kirchner, Sergio Acevedo, hoy distanciado del matrimonio. “Es como si todo en su gobierno se limitara a su política de derechos humanos, con la que evidentemente buscaron rédito político”, opina Acevedo.

Sin ir más lejos, en días pasados, al anunciar una medida que obtuvo 90% de adhesiones en las encuestas —la estatización de la transmisión de los partidos de fútbol, en manos del grupo multimediático Clarín—, la mandataria volvió a comparar a la dictadura con los goles. Le llovieron críticas por doquier. El encargado de trabajar con la doctrina Joaquín Sabina de los Kirchner fue el premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, para quien “la presidenta no tiene muy claros los conceptos de lo que fue la dictadura…” dijo. Como si a ella esa etapa tan sangrienta no le hubiese sucedido.

Para el sociólogo Juan José Sebreli, los Kirchner tienen una tendencia a “inventarse una realidad en la que sólo ellos creen. Dicen por ejemplo que bajaron la pobreza en 20 puntos pero los pobres cada vez son más”.

La pobreza supera 40% de la Población Económica Activa (PEA), pero la presidenta no deja de hacer mención a la política de su gobierno para distribuir riqueza.

“Salvo en lo que respecta a la riqueza de la pareja en el gobierno, según vimos en su reciente declaración jurada y de algunos amigos del poder, la distribución de la riqueza en Argentina brilla por su ausencia”, repite la diputada electa Elisa Carrió.

Si de Sabina hablamos, en lo que respecta a la riqueza de los Kirchner, ellos “eligen la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo y con cara de malo…”, juega el diputado de centroizquierda Fabían Basteiro con otra letra del español para definir al ex presidente

Pero el discurso de los Kirchner no está construido de piratas, sino de nostalgias. De grandes anuncios que se quedaron en eso, como la reconstrucción de la red de trenes en el 2003 “para reactivar la economía y la producción”. Pero aquello no ocurrió. Y hoy, seis años después, las palabras de la presidenta hablan de Sabina y de añorar y recordar lo que nunca jamás sucedió. Sólo así un país suele terminar con la “frente marchita”. Y en eso sí que Carlos Gardel no tendrá nada que ver…

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