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jueves, 4 de junio de 2009

Contrapeso al hegemónico PRI.

Reportaje:

El Universal de México.


Una vez que el PRI perdió la mayoría en San Lázaro, la vida legislativa entró en una dinámica compleja, de balance de poderes, que sólo se conocía en la teoría, y de alianzas entre las fuerzas políticas, que se repartieron el control de la Cámara de Diputados.

Los que habían sido pequeños ganaron fuerza y la aplicaron en ejercicio cotidiano para vencer a los priístas, que desplegaban su talento político y los recursos de su oficio para imponerse. Eran los días de la 57 Legislatura, de 1997 a 2000, que empezaron con jornadas humillantes para el soberbio PRI, sobre el cual actuaba el G-4 —la formación de PAN, PRD, PT y el benjamín: el PVEM.

Freno al poder presidencial

Ese balance de poderes tuvo una de sus batallas más sonoras en las sesiones tensas, cargadas de energía, en las que se recurrió hasta a la maña parlamentaria en el proceso de aprobación del Presupuesto de Egresos de 2000, el año de la elección presidencial.

Pablo Gómez Álvarez, coordinador de la bancada del PRD, negoció con los panistas ir hasta el final en el objetivo de introducir siete grandes modificaciones al gasto, que representaban 17 mil millones de pesos.

“Los panistas querían darle un golpe a Ernesto Zedillo, para que no tuviera recursos para financiar al PRI en tiempo electoral”, dice Pablo Gómez.

El acuerdo fue no negociar por separado. PAN y PRD firmaron para no echarse para atrás. Ambas partes cumplieron. “El golpe fue muy fuerte para Zedillo por ese presupuesto”.

A ningún otro presidente la Cámara de Diputados le había cambiado el gasto público, en el que se expresa el poder. Y en defensa del proyecto del Ejecutivo se movieron los alfiles de la Secretaría de Hacienda (José Ángel Gurría, Santiago Levy y Antonio Meade), pero la decisión de poner un freno al poder presidencial siguió adelante.

Estaba en juego la reasignación de 17 mil millones de pesos del gasto en los rubros de educación, vivienda, pensiones y campo.

La fuerza de reacción priísta, dice Pablo Gómez, había comprado a diputados del PAN, del PRD y del PT para que “desaparecieran” al momento de la votación. Así ganaba el PRI por tres votos, pero resultaron insuficientes para salir con el triunfo y tuvo que ceder en un periodo extra.

“Las siete grandes modificaciones al gasto de 2000” fueron ganadas por la alianza PRD-PAN, en una ronda de votaciones con júbilo de los que doblegaban al PRI. “¡Otra, otra!”, gritaron mis compañeros, cuando se cerró la última aprobación.

Un PRI sin trono

El PRI ya no era el rey. Pero se movía con los modos de antes. Una decena de diputados operaba para el líder de la bancada priísta, Arturo Núñez. Eran Alfredo Phillips Olmedo, Dionisio Meade, Laura Alicia Garza Galindo, Manuel Ángel Núñez Soto, Rafael Oceguera Ramos, Elba Esther Gordillo, Francisco Arroyo Vieyra, Enrique Jackson y Ricardo Canavati.

Todo el tiempo procesaban acuerdos, negociaban. Escuchaban con paciencia a los representantes de otros flancos partidistas, quizá para que después sus oradores en tribuna despedazaran la oferta contraria.

Era el arte de la política en la que se habían ejercitado las fuerzas políticas. Del lado panista estaban José Paoli Bolio y Juan José Rodríguez Prats, entre otros, y en las filas perredistas Antonio Soto y Demetrio Sodi eran interlocutores en la nueva tarea abierta en San Lázaro desde que no había partido con mayoría: negociar.

Por vez primera hubo un reparto de comisiones: 27 tocaron al PRI, 14 al PAN, 14 al PRD, 2 para el PT y otras 2 al PVEM.

Nueva gobernabilidad

Santiago Creel Miranda (PAN) era presidente de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales. Recuerda: “El Congreso empezó a ser una autonomía por primera vez, y el sistema de pesos y contrapesos funcionó de manera regular”.

El investigador Alberto Aziz Nassif evalúa: “De alguna manera en esa Legislatura se expresa una nueva gobernabilidad, porque empieza a cambiar el régimen, en este caso en el Poder Legislativo. Los balances los da la oposición”.

Porfirio Muñoz Ledo (PRD), que enarboló el arribo de las minorías a la presidencia de la Cámara de Diputados, dice: “Establecimos un diálogo transparente y digno entre oposición y el gobierno. Preparamos el terreno para la alternancia democrática”.

Enrique Jackson Ramírez (PRI), diputado de aquella etapa, acusa que al PAN y al PRD “los animaba un afán de venganza, de hacer sentir a los priístas su mayoría; querían imponer decisiones al partido y al gobierno de Zedillo”. Los tres años fueron de alianzas, acuerdos, de producir legislación, y cada instante se demostró que “nadie es capaz por sí solo de tomar decisiones”.

José Paoli Bolio (PAN), en una evaluación como presidente de la Legislatura en el tercer año, destaca el empuje de los diputados, que presentaron 94% de las iniciativas —el 6% correspondió al Ejecutivo—, las cuales aprobaron en amplios ejercicios de negociación.

José Fernández Santillán, politólogo del Tecnológico de Monterrey, ciudad de México, plantea que en 1997, los que habían sido partidos chicos, formaron un Congreso plural con el PRI, que moderó la autoridad presidencial. Se abrió una estabilidad fincada en la negociación, el compromiso y la convivencia pacífica.

Suicidio político

El académico señala que es preocupante que, en la actualidad, Acción Nacional, en una actitud suicida, intente “desaparecer a la oposición, ganar la mayoría en la Cámara de Diputados a como dé lugar, lo que sería “una derrota para la democracia”.

Fauzi Hamdan Amad (PAN), quien fue presidente de la Comisión de Hacienda, considera que el gran tema de ese periodo fue el escándalo del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) y la constitución del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), en un Congreso en el que “estábamos al tú por tú con el gobierno”.

La Cámara de Diputados no dejó pasar un artículo transitorio en el que la Secretaría de Hacienda endosaba a la deuda pública 542 mil millones de pesos del rescate bancario.

La fractura del G-4

Muñoz Ledo señala que, en el caso del Fobaproa, finalmente el PAN hizo alianza con el PRI, pues de hecho en ese tema se fracturó el G-4, que sólo duró un año. “Entonces —subraya— el sistema tripartita no funciona si no hay una mayoría de oposición o de gobierno, porque el partido de en medio se tiene que ir a un lado, y el juego se vuelve tramposo, oscuro y se presta a todo tipo de arreglos”.

María del Carmen Nava Polina, politóloga del ITAM, señala que desde esa legislatura “estamos viviendo una época de democracia parlamentaria, que no ha terminado”, y que reclama arreglos orgánicos.

Se necesita una nueva Ley Orgánica del Congreso de la Unión, así como de reglamentos para la vida interior de las dos cámaras (diputados y senadores), considera, que fortalezcan las comisiones, el trabajo legislativo de los diputados, que resuelvan una gama de decisiones que en la actualidad se atienden mediante acuerdos de los coordinadores de bancadas.

La Cámara de Diputados abrió un canal de televisión en la 57 Legislatura y por primera vez publicó en una Gaceta los materiales relativos a la tarea de los diputados, que hasta entonces trabajaban a ciegas, reseña la politóloga.

Por ello no hay archivos de comisiones anteriores a 1997. Ese es el año de los pasos adelante, incluso es cuando por fin se instala un sistema electrónico de votación y desaparecen los bonos a discreción.

Sin embargo, dice, la tarea de la transparencia y la rendición de cuentas del poder que fiscaliza está incumplida.

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