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martes, 21 de abril de 2009

La ofensiva electoral socialdemócrata pone en aprietos a Angela Merkel.

Noticia:


La popularidad de Angela Merkel es considerable. Su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), lidera todas las encuestas, con entre ocho y 10 puntos de ventaja sobre los socialdemócratas (SPD). Sin embargo, la canciller alemana se enfrenta a cinco meses de compleja lucha electoral, con una capacidad de maniobra cada vez más estrecha. La presentación del borrador del programa electoral socialdemócrata el pasado fin de semana, que promete ayudas fiscales a las clases media y baja y penalizaciones para la alta, tuvo una notable acogida en la opinión pública alemana: un 59% de los ciudadanos aprueba las medidas fiscales propuestas por el SPD, según un sondeo de la cadena de televisión pública ARD.

La potente salida a la palestra electoral de los socialdemócratas y de su candidato a la cancillería, Frank-Walter Steinmeier -que es vicecanciller y ministro de Exteriores del Gabinete de Merkel-, afectará a la efectividad de la coalición entre CDU y SPD, que conforma el Gobierno, en un momento en el que la amenaza de crecimiento del paro es especialmente aterradora, según indican varios institutos de análisis.

Así, tras años de sólido liderazgo, la ventaja de Merkel se ve amenazada, en plena crisis económica, por la ofensiva del SPD desde el centro izquierda y, por el otro lado político, por la fuga del voto liberal que, descontento con la impronta socialdemócrata de la política de la gran coalición, alimenta las expectativas del Partido Liberal Democrático para las elecciones federales de septiembre.

El paro es, entre las dificultades de la primera economía europea, la espada de Damocles sobre el sillón de Merkel. Según el Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), el desempleo aumentará hasta el verano del actual 7,2% hasta el 8,1%. Aunque dista de tasas como la española, sería un aumento significativo para un lapso de tiempo tan corto.

La ampliación de las ayudas del Gobierno para que los trabajadores reduzcan sus jornadas laborales sin perder el empleo, decidida el pasado otoño, obra todavía un efecto positivo en el mercado laboral. No obstante, Karl Brenke, del DIW, ve un riesgo de que se liquiden masivamente puestos de trabajo "si las empresas no acaban de ver la luz al final del túnel". En tal caso, la propuesta electoral democristiana de prolongar de 18 a 24 meses los subsidios para las jornadas reducidas no serviría para frenar el paro.

Cuando termine el verano podría así producirse la temida ola de despidos, que dañaría gravemente la imagen del Gobierno. La economía alemana depende de sus exportaciones y no levantará cabeza hasta que la crisis mundial remita. Para evitar males mayores antes de septiembre, el Gobierno estudia un tercer paquete de reactivación económica que amortigüe a corto plazo el posible agravamiento de la crisis. La escasa popularidad del último y carísimo paquete, aprobado en enero, y el desbocamiento de la deuda pública desaconsejan la medida.

Otro quebradero de cabeza en la Cancillería es la política fiscal. Contrariamente a lo que lleva meses predicando en las cumbres internacionales, Merkel no ha logrado evitar la tómbola de regalos fiscales en la precampaña. Al presentar el borrador del programa electoral socialdemócrata, Steinmeier hizo hincapié en las ayudas fiscales a la clase media.

Por un lado, con la intención de aligerar la burocracia, el SPD promete 300 euros a los asalariados que renuncien a presentar la declaración de la renta y a eventuales devoluciones a los que podrían tener derecho. Por el otro, Steinmeier promete aumentar del 45% al 47% el gravamen sobre los ingresos superiores a 10.000 euros mensuales y reducir, del 14% al 10%, el impuesto mínimo sobre la renta. El SPD intenta de este modo recobrar la posición de centro-izquierda, amenazada, por un lado, por la CDU de Merkel, cuya deriva socialdemócrata durante esta legislatura ha levantado ampollas en el ala empresarial de su partido, y por el otro, por la agresiva política de La Izquierda, que ha cosechado consensos sobre todo en el este del país.

Pese a las críticas lanzadas a Steinmeier, la CDU contraataca con propuestas como la reducción al 12% de la tasa mínima sobre la renta y el recorte de la media hasta el 23%.

Otro flanco por el que atacan los socialdemócratas es la supervivencia del veterano fabricante de automóviles Opel. Los aprietos de su matriz estadounidense, General Motors, han dejado la compañía al borde de la quiebra. Merkel se ha negado a intervenir directamente en la automotriz, dejando una baza que Steinmeier trata de aprovechar con guiños a trabajadores y sindicatos.

La canciller alemana ha intentado gestionar la crisis con discreción, como si temiera la venganza de los electores tras un error de bulto. Esta semana ha convocado una nueva reunión de crisis con economistas, sindicatos y patronal en la Cancillería, donde le informarán de la gravedad de la situación, que amenaza tanto a la economía alemana como a su posible reelección en septiembre.


Comentario:

En política, nadie la tiene segura.

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