Piedad Bonnet muestra la Colombia descarnada.

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Comenzó a escribir con los primeros contactos del amor; pero ese afán de poetizar sobre lo romántico acabó pronto y desde hace varios años, la poeta y narradora Piedad Bonnett se interesa por la realidad cotidiana con su dureza y crudeza. “Lo pequeño me interesa mucho porque creo que los seres humanos nos encontramos siempre ahí, en la pequeñez”.

Sea desde la novela o a partir de la poesía, a la reconocida poeta nacida en Antioquia, Colombia en 1951, le interesa comunicar lo duro de la realidad. “No cuento realidades dulces ni optimistas, porque yo no soy especialmente optimista; me interesa la realidad en su dureza y crudeza, si algo tiene mi poesía es una cosa descarnada, siempre me gusta que haya un pequeño tono lírico que recupere la belleza de lo cotidiano”.

Su más reciente libro de poesía, Las herencias, salió publicado en Madrid como parte de una colección conmemorativa de editorial Visor, que incluye a Bonnet, Juan Gelman, Eugenio Montejo y Luis García Montero; en México, el Fondo de Cultura Económica públicó una antología personal llamada Los privilegios del olvido, para la cual se tuvo que distanciar, “poner a funcionar el aparato autocrítico, desprenderse de afectos que generaron algunos poemas”.

En esa relectura, reconoció su propia voz y sus obsesiones más profundas: “Fui viendo mi búsqueda de lenguajes particulares, de lo cotidiano, cierto sentido del humor sutil y amargo, la transparencia”.

Si eso halló en la poesía, en la novela sabe que le interesa el mundo íntimo, lo social y la violencia en Colombia, lo urbano y también la guerra, tal como lo plantea su novela más reciente Siempre fue invierno, donde relata la historia de un hombre de origen popular que tiene contacto con el mundo guerrillero en tiempos del presidente Julio César Turbay.

Desde hace varios meses está abocada a la narrativa, trabaja en una novela autobiográfica de sus primeros 15 años de vida, muy fabulada. “Toda biografía es mentirosa, porque todos los recuerdos son inventados; yo le saco partido a eso. Miro atrás para saber de qué soy producto. Recuerdo que tuve la percepción pronta de que yo no era la niña linda que mi mamá quería, que me enfrentaba a cuestiones de educación, que rechazaba el espíritu religioso; todo eso lo estoy reviviendo a manera de experiencia universal, pero a partir de lo particular. Es un personaje que soy y no soy yo”.

La autora de las novelas Después de todo y Para otros es el cielo y de poemarios como De Círculo y Ceniza, Ese animal triste, Nadie en casa, Todos los amantes son guerreros y El hilo de los días, reconoce que no es optimista y más es una crítica del gobierno de su país y del de otras naciones latinoamericanas.

“Todo el continente está empeñado en ver un progreso; claro que hay cosas que no van tan mal, pero es verdad que este país (Colombia) está devastado por la violencia; no estamos viviendo ningún paraíso conquistado, eso es verdad, así como ustedes en México están comenzando a vivir lo que nosotros en alguna época; de esas cosas no se sale fácil”, afirma la poeta, narradora, ensayista.

La también dramaturga y profesora de literatura de la Universidad de los Andes, dice que Colombia es “un país atormentadísimo”, pero la gente vive un sueño de estabilidad totalmente mentiroso. “Yo soy una persona muy crítica de este gobierno, una persona que no se cree ese sueño de que las cosas están mejorando. Pertenezco a la enorme minoría”.

Comentario:

Un punto de vista interesante sobre Colombia. Para leerla.