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martes, 20 de enero de 2009

Estudio el odio, la ira y la envidia de los mexicanos: Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá.

Noticia:


Su aletargado hablar impacienta lo mismo a hiperactivos reporteros que a políticos con agenda a tope, quienes no conciben cómo con esa facha de profesor humanista logró ser en dos ocasiones (1995-1997, 2001-2003) alcalde de la capital colombiana, considerada hasta hace unos lustros como una de las urbes más violentas del globo, la cual cambió.

Adereza su discurso con citas literarias; nunca parece hablarle a figuras públicas, empresarios o policías; su formación como filósofo-matemático hace que se dirija a ellos como si fueran sus alumnos en espera de escuchar la fórmula mágica que llevó a Santa Fe de Bogotá a reducir su tasa de homicidios y lograr armonía entre moral, ley y cultura.

Es un político sui géneris, atrevido, ensimismado; durante su campaña prometió subir impuestos, no necesitó de marketing para ser conocido, se casó en un circo, cambió a policías por mimos y realizó un sinfín de excentricidades bajo la siguiente hipótesis: “El ciudadano entiende por las buenas”.

“Me interesa saber el origen de la envidia, el odio y la ira; cómo podemos tener una mejor convivencia en esta crisis financiera”, sentencia Antanas Mockus, inventor del programa de gobierno “la hora zanahoria”: campaña para concientizar a no conducir en estado etílico, suspender en los centros de diversión la venta de alcohol a temprana hora, medidas que rápidamente fueron imitadas en otras ciudades, entre ellas el Distrito Federal.


La gana de castigar

“En las ciencias sociales no hay leyes pero sí pequeños mecanismos”, aclara el filósofo mientras deshila su ideario acerca de cómo transformar al civitas contemporáneo latinoamericano. “Sentir envidia es duro y la gente inconcientemente transforma su envidia en indignación, uno puede estudiar esas pequeñas cosas y aprender de ello”, apunta. “En la ira se busca que quien la produce, sufra; en el odio se quiere que ese objeto desaparezca”.

—¿Cuál de estas emociones predomina en AL?

—En nuestro continente hay indignación, a veces injusta, exagerada, instrumentalizada.

Confianza, pedagogía, espacio público sagrado, cultura ciudadana, términos que usa Mockus.

“Mi ideal de vida es la confianza en el desconocido. Mi concepto de sagrado se refiere a las cosas valiosas que hay necesidad de defender con ahínco. Algún día respetaremos más el espacio público que el privado; si uno dice el espacio público es sagrado le está dando una dirección, esto se traduce en emociones”, agrega.

En su investigación sobre las conductas de los chilangos, Antanas Mockus devela algunos aspectos en común con Colombia y las diferencias.

“Justificar la violación de la ley por ayudar a la familia es lo más común en Colombia; en México la justificación más frecuente es que se viola la ley para hacer justicia. Hay un acumulado en América de injusticias pasadas que aún nos duelen. Hay experimentos que demuestran que el ser humano, si percibe injusticias, tiende a castigar; somos capaces de perder por castigar. Calificar algo de injusto es frecuente en los líderes políticos latinoamericanos”.

Mockus agrega otra característica más: al mexicano le gusta corregir pedagógicamente al otro, pero no corregirse a sí mismo.

“La cultura ciudadana consiste en ambas cosas: corregir y corregirse amablemente. Si un vecino no me deja descansar con su música, tengo la opción de hablarle al policía, en quien ya no confío, pero en lugar de llenarme de odio le pido que escuchemos mi música; saber tratar a desconocidos y resolver problemas citadinos con humor y amabilidad es construir ciudadanía; uno no nace ciudadano, se va volviendo, sobre todo cuando es tratado desde esa condición”.


El arte como agente transformador

“Un político contemporáneo debe tener agenda política pedagógica”, dictamina. Esto es: “Qué debo comprender y por qué estoy interesado en ello. Hay un tema de autenticidad que lo encarna bien Obama. Son convicciones fuertes que no son reemplazables por marketing. Claridades específicas, optimismo de fondo, convicciones fuertes, esa es la base”, declara mientras sus palabras parecen atorarse en su tupida barba.

Subraya que los estudios realizados a los dirigentes políticos buscan saber qué cosas privilegian para que la ciudadanía las comprenda. “La gente no es sólo objeto de sanciones o de estímulos económicos, también tiene capacidad de altruismo y de reflexión crítica, esto bien comprendido puede modificar las conductas”.

Sobre la política del neoyorquino Rudolph Giuliani para disminuir la violencia subraya que al trasladarla a Latinoamérica se olvida que no contamos con la misma fuerza policial, tampoco el mismo sistema carcelario, ni la tradición estadounidense de meter a la gente a la cárcel si eso es efectivo.

“En EU hay 715 presos por 100 mil habitantes, en Colombia 150, el promedio mundial es 160, en Sao Paulo está cerca de 300”.

A cambio, enfatiza, el arte puede ser un factor que incida en la conducta, razón por la que durante su mandato colocó a mimos para señalar a los conductores sus infracciones.

“El arte abre el pensamiento, ayuda a refrescar la realidad, redescubre y devuelve el asombro a la vida. El artista es capaz de hacernos tropezar con nuestros tópicos cotidianos, de presentar lo familiar como no familiar y ayudar a vernos con más profundidad”.

Y sobre el narcotráfico concluye: “Si uno deja el fenómeno sólo al Estado no logra controlarlo, si la sociedad se educa y comprende las consecuencias de tolerarlo ella misma traza mecanismos disuasivos, pacíficos y lo logra; México está aún a tiempo de aplicar presión social pedagógica al oportunismo y a los enormes costos que produce”.

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