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sábado, 31 de enero de 2009

Ancianas denuncian abusos en albergue.

Noticia:


Comenzó a operar hace más de dos años, fue anunciado como uno de los proyectos más importantes del gobierno de la ciudad y de la asociación civil Semillas, pero la Casa Xochiquetzal, para sexoservidoras de la tercera edad, no ha cumplido las expectativas de todas las mujeres que han pasado por sus muros.

María Luisa Chávez vivió durante año y medio en este lugar, ubicado en Torres Quintero número 14, en el centro del Distrito Federal, pero las condiciones impuestas por una nueva dirección la obligaron a refugiarse en casa de su hijo. A sus 66 años ha vuelto al Jardin Loreto con la intención de “hacerse unos ratos”, aunque sabe que en una semana podría tener sólo un encuentro a cambio de 70 pesos.

Sus visitas al Hospital Gregorio Salas para curaciones en su pie derecho, la depresión y las presiones de horarios que dice haber experimentado en la casa la llevaron a dejar la vivienda que fue rehabilitada para albergar a mujeres como ella.

Mientras aguarda sentada la llegada de algún cliente, comenta que un viernes llegó a la casa a las 11 horas, después de una consulta médica y la directora, Rosalba Ríos, le hizo saber que no podía entrar a deshoras.

María Luisa le explicó que había ido a curación pero “hasta me quitó la calceta para ver y me dijo que no era una curación del día. Me dijo que ya no alcancé desayuno y no me quería dejar salir a desayunar en la calle”.

Por ser diabética esta mujer asegura sufrir bajas de azúcar sino ingiere alimentos, hecho que le costó por ausentarse por una hora. Sin embargo, los problemas con sus hijos hicieron que María Luisa volviera a salir al siguiente día: “Estaba mal moralmente y había tenido un disgusto, vine a platicar al parque para que se me pasara la depresión y ya no me dejaron entrar”.

Hace apenas 15 días, comenta, le permitieron sacar sus cosas, después de más de un mes de haber dejado este albergue:

“En diciembre, en los meros fríos me echó para afuera”. El castigo fue de dos meses: “Me dijo que después fuera y a ver si había oportunidad de volver”.

Por este tipo de cosas María Luisa y otras mujeres acudieron a las oficinas de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), pero a pesar de que la Casa es un proyecto tripartita entre el gobierno capitalino, la asociación civil Semillas y las sexoservidoras, no pudieron interponer queja alguna.

Por eso buscó apoyo en el Instituto de las Mujeres del DF (Inmujeres-DF), donde asegura no fue recibida por Beatriz Santamaría, directora de Fomento y Concertación de Acciones.

Otra de las mujeres que dejó la casa tiene 56 años y prefiere mantener su nombre en anonimato. Ella asegura haber sufrido la discriminación de sus propias compañeras y los castigos de la directora. “Cuando no obedecíamos las órdenes la señora Rosalba decía que no íbamos a salir, sino a estar sentadas en el patio o en el cuarto, o no nos daban de comer o merendar”.

Ella se encargaba los miércoles de la cocina y los martes de hacer la limpieza de sanitarios, regaderas y los cuartos, pero su obligación diaria era limpiar el patio.

Además de cargarle la mano, como ella misma explica, tuvo que enfrentar las ofensas de sus compañeras que la llamaban india y negra, hasta que no pudo más y respondió con violencia. Después dejaría el lugar al que no piensa volver.

Como ellas, afirman, muchas otras han abandonado la Casa y han vuelto a las calles o se han ido con familiares. De las más de 30 que había en el lugar, aseguran, sólo quedan 7.

Comentario:

Se viola uno de los derechos más elementales del ser humano: el respeto a los ancianos.

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