Un primero de septiembre diferente.

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Eran dos panistas y su soledad. Ella y él. Una diputada y un senador. Cada quien con su motivo y condición.

Era un primero de septiembre distinto a todos los pasados en décadas. Ausentes la pompa y circunstancia, la tensión y el escándalo, el morbo y la expectación. Ausente también, por vez primera, el Presidente de la República.

Y era una caja verde, de cartón, la que contenía las hojas, el texto del informe presidencial. A las 11 de la mañana la entregó el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, a los presidentes de las Cámaras de Diputados y de Senadores, Horacio Duarte y Gustavo Enrique Madero. Así, pronto, sin problemas, se cumplió con el nuevo ordenamiento constitucional.

A esa misma hora, en el patio central del Palacio Legislativo, iniciaba la insólita protesta. Una diputada, panista, se declaraba en huelga de hambre. Dolores de María Manuell-Gómez Angulo dijo que no le quedó de otra, no pudo más, tuvo que hacerlo ante la indiferencia del gobierno de la República a las demandas de reducir las hoy elevadísimas tarifas eléctricas en Baja California y en Sonora.

Ella, la que al final de la jornada se quedó sola. Algunos de sus compañeros de partido se le acercaron poco antes del inicio de la sesión, la abrazaron, secaron sus rebeldes lágrimas, pero después se fueron y ya no regresaron. Se llevaron sus palabras: “Estamos mal, hacemos lo mismo que los otros cuando estaban en el poder; si Manuel Gómez Morín viviera, se volvería a morir de la vergüenza”.

Soledad, también evidente, la de Santiago Creel. El que ya no es coordinador de su grupo parlamentario, ya no preside al Senado, ya hace tiempo fue secretario de Gobernación entró primero que nadie al salón de sesiones, pero solo, serio.

Un primero de septiembre distinto. Nunca antes los legisladores habían entrado a su palacio por la puerta principal. Ese día, ese umbral era para el presidente de la República, para ellos estaban las puertas laterales.

Los legisladores. En su día, el inédito. De los más buscados por cámaras y micrófonos, Manlio Fabio Beltrones. Hablaba de la necesidad de que los representantes del Poder Ejecutivo aclaren las dudas sobre el informe en su momento. Al referirse al Presidente, dijo: “Fox”. Después él mismo se corrigió: “¿Dije Vicente Fox y no Calderón?”. Y remató: “Bueno... ¡son lo mismo!”.
Una sesión poco solemne, con el desfile de oradores.

El representante del PT gritó un “¡Viva!” a Andrés Manuel López Obrador. Diputados perredistas subieron a tribuna, para no variar, con sus pancartas.

Adolfo Mota, el priísta, pidió un minuto de silencio en memoria del desaparecido luchador comunista Gilberto Rincón Gallardo.

En el palco de invitados, sólo una dirigente partidista, Beatriz Paredes; los demás no respondieron a la invitación.

Un primero de septiembre diferente. Patética la soledad de dos panistas.
Novedosa la ausencia de un presidente de la República.

Comentario:


Tiene mucha razón la diputada Dolores de María Manuell-Gómez Angulo, si viviera Manuel Gómez Morín se moriría de verguenza, pero no sólo él también Demetrio Vallejo, también Heberto Castillo y otros muchos. ¿Por qué? Porque cuando no se tiene el poder es muy fácil sentirte "una palomita blanca" defensora de los pobres y desamparados, pero cuando se tiene el poder ser igual a los "tiranos" que se criticaron.