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domingo, 13 de septiembre de 2009

Cayucos, un viaje hacia la muerte.

Noticia:


Maimouna Gueye, que perdió a su hijo en 2007 cuando trataba de llegar al archipiélago español de las Canarias, es una de las 400 mujeres que se reúnen cada día en diferentes puntos de Senegal para “ganar algo de dinero y explicar a los jóvenes que subirse a un cayuco es sinónimo de muerte”.

Para olvidar su tristeza, Gueye se dedica a hacer muñecas, a las que viste con telas africanas de brillantes colores. Pero además, se integró a la llamada Asociación de Madres y Viudas de Víctimas de los Cayucos.

Pese a que la llegada de inmigrantes en patera a España se ha reducido en lo que va de año 50% respecto al mismo periodo de 2008, la organización sigue su trabajo para alertar del peligro que conlleva hacer el trayecto marítimo en embarcaciones endebles entre Senegal y Canarias.

La mayoría de quienes trabajan en este colectivo son mujeres humildes, de entre 40 y 50 años, que han perdido algún familiar en el viaje en cayuco hacia Europa. La asociación tiene como metas buscar una salida laboral a las viudas de los fallecidos en el mar y sensibilizar del peligro a otros posibles emigrantes sin papeles, con conferencias que incluyen testimonios de los repatriados, recitales de música y obras de teatro.

“El objetivo de la Asociación es impulsar acciones de desarrollo en comunidades que han perdido a muchos de sus jóvenes en la emigración clandestina”, explica la presidenta de la asociación, Yayi Bayam Diouf.

Telas pintadas, muñecas, llaveros, además de cuscús (plato típico del Magreb) y pescado, son algunos de los productos que elaboran estas mujeres, que los venden a los turistas y utilizan las ganancias para generar microcréditos que emplean en otras necesidades. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ayudó a poner en marcha el sistema de microcréditos “destinado a las mujeres y a la construcción de escuelas para los huérfanos”, según explica Abiboulaye Diouf, responsable del proyecto.

Thiaroye-Sur-Mer, donde se encuentra la sede de la Asociación de Madres y Viudas de Víctimas de los Cayucos, es una localidad pesquera de 42 mil habitantes a las afueras de Dakar, que ha visto “salir y no volver a muchos de nuestros hijos, maridos, hermanos y nietos”, agrega Yayi Bayam. En la playa de Thiaroye, turistas se fotografían junto a los cayucos y las redes de pesca extendidas en la arena: “Es importante conocer el sitio donde comenzó la tragedia”, explican.

Una tasa de desempleo de 48%, en un país que ocupa el lugar 153 según el más reciente informe sobre el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, en el que España está en el puesto 16 (de 179 países estudiados), es uno de los factores que empuja a muchos jóvenes senegaleses a emigrar hacia Europa. Otro es la presión familiar, en una nación donde 94% de la población es musulmana, religión que permite al hombre tener hasta cuatro esposas: “Hay rivalidad entre las mujeres. Si tu hijo va a Europa, es un triunfo para la familia y la madre es glorificada”, destaca la presidenta de la asociación.

La historia de las madres y viudas de los muertos en los cayucos está llena de contradicciones ya que, mientras algunas se lamentan por la pérdida de sus hijos, otras no ven futuro en Senegal y creen que emigrar es la única manera de progresar.

Binta, empleada en un supermercado de Dakar, afirma por ejemplo que no le importa tener una casa humilde y que “jamás permitiría que la vida de mis hijos corriera peligro. En cambio, Arame Faye, cuyo hijo vive y trabaja en Madrid, está convencida de que “salir de África es la manera de progresar”.

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