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sábado, 15 de agosto de 2009

Bush ignora el golpe de Cheney.

Noticia:


Un día después de adelantar su intención de atacar en su libro de memorias a su antiguo jefe, el ex presidente, George W. Bush, el ex vicepresidente, Dick Cheney, intentaba ayer quitar hierro al asunto y filtraba, a través de distintos mensajeros, que su intención “no es atacar personalmente a George W. Bush, sino defender su propio legado”.

En medio de acusaciones de traición y deslealtad, el ex vicepresidente buscó tranquilizar a los incondicionales del clan de los Bush que se han tomado muy a pecho la publicación, en el periódico The Washington Post, de los reclamos que Cheney estaría destilando contra el ex presidente en su próximo libro. Cheney acusó a Bush de resultar “blando y ordinario” al final de su mandato.

“Lo que Dick Cheney ha dicho es que en el libro no habrá ataques personales, sino que solamente dejará en claro su postura frente a temas que marcaron el segundo mandato de Bush”, aseguró Tom Defrank, analista de The New York Daily News al citar fuentes próximas a quienes supervisan el libro de Cheney.

Para la mayoría de los analistas, la defensa de Cheney de sus posturas está en relación directa con las dudas y distanciamiento del ex presidente frente a temas como la práctica de la tortura en interrogatorios contra prisioneros de Al-Qaeda, el fin de las cárceles clandestinas de la CIA, su resistencia a respaldar un ataque de Israel contra Irán, el despido del polémico secretario de Defensa, Donald Rumsfeld y su negativa a perdonar a Lewis “Scooter” Libby, el ex jefe de gabinete de Cheney que fue procesado y condenado por filtrar la identidad secreta de la agente de la CIA Valerie Plame.

No está claro que la intención de Cheney de defender su legado y su lugar en la historia, no pueda ser interpretada como un acto de traición entre los amigos y leales a la dinastía de los Bush que nunca le consideraron como integrante del círculo más íntimo, ni “un amigo leal” del poderoso clan familiar en Texas.

De hecho, muchos de ellos recelaban de un hombre a quien el servicio secreto en la Casa Blanca bautizó con el sobrenombre de Edgar, en alusión al famoso ventrílocuo que siempre estaba detrás de su marioneta, como Cheney siempre estuvo detrás de George W. Bush.

Tras la promesa de un ajuste de cuentas de Cheney contra su antiguo amigo y jefe, el silencio de Bush ha dado pie a todo tipo de especulaciones, incluidas las de los inevitables bromistas y más ocurrentes exponentes de la sátira política que aprovecharon la oportunidad para manifestar que, si la intención del ex vicepresidente era que Bush se enterara de sus frustraciones, la peor idea que se le pudo ocurrir es plasmar esos reclamos en un libro.

Como es del dominio popular, Bush siempre reconoció que la lectura no era uno de sus fuertes. “Si quieres comunicar tus críticas a Bush, el peor método que pudiste elegir es el de un libro”, dijo en tono burlón el cómico Andy Borowitz.

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