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martes, 21 de octubre de 2008

Las tribus de Paquistán se levantan contra los talibanes y Al Qaeda.

Noticia:


Una veintena de hombres armados con Kaláshnikov miran a la cámara entre sorprendidos y despistados. Se trata de voluntarios de las milicias que desde hace algunas semanas se están formando en el cinturón tribal de Pakistán para hacer frente a los talibanes. Acosado por el aumento de las acciones terroristas en todo el país, el Gobierno les ha brindado su apoyo, con la esperanza de que signifiquen un vuelco en la actitud de los habitantes del cinturón tribal hacia los insurgentes. Sin embargo, esas milicias carecen de medios suficientes y si se les facilitan, podrían volverse eventualmente contra el poder central.

Los mullagori han sido de los primeros en plantar cara a los talibanes, según cuenta la revista paquistaní Newsline. Esta pequeña tribu de la agencia de Khyber, entre Peshawar y la frontera afgana, se hartó de esos radicales que se estaban estableciendo en sus aldeas y que pretendían imponer su ley. Así que los ancianos convocaron una asamblea (jirga) en la que decidieron darles un ultimátum: o se entregaban o se iban. Pero para resultar convincentes, debían exhibir su fuerza. En el cinturón tribal todo el mundo tiene un arma, sólo necesitaban voluntarios dispuestos a utilizarlas con ese fin.

Al parecer, lograron reunir una milicia de 3.000 hombres cuya determinación logró que los talibanes pusieran pies en polvorosa. Además, a modo de castigo, demolieron la casa de un miembro de la tribu que había dado refugio a varios talibanes. A menudo se atribuye esa protección a la legendaria hospitalidad de los pastunes, la etnia que puebla el cinturón tribal paquistaní, pero los alquileres que pagan los militantes, sobre todo los extranjeros, constituyen un importante incentivo para una población sin otra fuente de ingresos. Aunque varios mullagori resultaron heridos, su ejemplo parece haber cundido entre algunos de sus vecinos.

En las últimas semanas, al menos una docena de milicias similares han surgido en la propia Khyber, Bajaur y los distritos de Dir y Swat, entre otras zonas tribales. Las lashkars, como se les denomina aquí, son una vieja institución a través de la cual las tribus lidiaban sus diferencias. Sin embargo, ahora las forman como reacción a un estado de cosas que inicialmente parecían no sólo aceptar sino favorecer. "Las tribus siempre han estado enfrentadas unas con otras y cada una intenta manipular al Gobierno central en su interés", afirma un embajador occidental convencido de que se trata de un nuevo episodio de esas enemistades históricas.

Las autoridades, tanto en Islamabad como en Peshawar, la capital de la Provincia Noroccidental (NWFP, en sus siglas en inglés) desde donde se gobiernan las agencias tribales, opinan de otra forma. Convencidas de que las milicias pueden proporcionar un contrapeso a los talibanes, han decidido darles su apoyo político y financiero.

"Las tribus se han levantado contra los militantes y esto podría suponer un giro radical en nuestra lucha contra esos grupos", ha declarado Owais Ghani, gobernador de la NWFP y partidario de arreglos locales que minimicen las intervenciones militares. El propio Ejército respalda la colaboración de las lashkars, aunque su portavoz, el general Athar Abbás, asegura a este diario que no les facilitan armas.

"Su apoyo es esencial", defiende por su parte Mahmud Shah, que en su capacidad de secretario de Seguridad de la NWFP entre 2002 y 2006 conoce bien las dinámicas locales. "Sólo ellas pueden echar a los militantes fuera de sus áreas". De hecho, los recientes ataques de los insurgentes contra las asambleas que se organizan para reclutar voluntarios parecen indicar que han despertado la preocupación de esos grupos. "El problema es que sus milicias son muy débiles, pero el Ejército podría reforzarlas", apunta Shah.

Tal es la preocupación de algunos analistas, convencidos de que la emergencia de esas lashkars sólo añadirá leña al fuego y terminará enfrentando a tribus pro y antigubernamentales en una guerra civil local. Lo ocurrido en Orakzai confirma sus temores. Esta agencia, que no tiene frontera con Afganistán y hasta ahora era la más pacífica de las siete regiones tribales semiautónomas de Pakistán, se vio sacudida el viernes 10 por un ataque suicida contra una asamblea en la que se debatía la propuesta del Gobierno para formar una milicia contra los talibanes de la zona. El coche bomba dejó al menos 50 muertos y un centenar de heridos. Al día siguiente, los supervivientes se enfrentaron a tiros a los militantes y destruyeron sus casas como represalia.

"Sin duda el Ejército necesita el apoyo local porque le resulta extremadamente difícil acceder a esas áreas", admite Nusrat Javeed, un periodista con experiencia en la zona tribal y escéptico de las milicias. En su opinión, "suponen un alivio momentáneo, pero pueden convertirse en un Frankenstein".

Para el general retirado Talaat Masud la clave está en saber "si son genuinas o patrocinadas por el Gobierno", porque entonces es posible que sus integrantes cojan el dinero y desaparezcan. Y ése parece ser el caso de algunas de las milicias que casi a diario se anuncian a bombo y platillo en los medios de comunicación locales.

"No sé hasta qué punto son serias o se limitan a la foto, pero en cualquier caso no creo que sean suficiente por sí mismas", declara el director del Instituto de Estudios Estratégicos, Tanvir Ahmad Khan. "Hasta ahora no nos hemos preocupado por los problemas sociales y económicos que subyacen a la insurgencia", señala este antiguo ministro de Exteriores, para quien "lo que se requiere es un esfuerzo serio de desarrollo porque la gente está harta del conflicto y no tiene la oportunidad de reconstruir sus vidas".

Comentario:

Armar al "pueblo" sin un control estatal es demasiado peligroso, como se señala en el mismo cuerpo de la nota informativa. Se corre el peligro de que a futuro "las milicias" armadas se lancen contra el gobierno. Puede crearse un Frankestein en potencia. La participación ciudadana es buena en principio, pero bajo un control absoluto de mandos del ejército y una vez logrado el objetivo de vencer a los talibanes y a Al Qaeda, los ciudadanos deberán entregar las armas o alistarse en el ejército.

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