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jueves, 30 de julio de 2009

Indigencia se extiende a periferia.

Noticia:


La crisis económica ha provocado que en las delegaciones Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan y Cuajimalpa empiecen a aparecer indigentes, cuando hace un par de años no tenían ese fenómeno.

Por lo general, las personas en situación de calle se concentraban en zonas céntricas de la ciudad, y en delegaciones como Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero.

Desde 2007 y finales de 2008 se ha detectado la presencia de jóvenes y ancianos indigentes en las áreas periféricas de la capital.

César Cravioto, director del Instituto de Asistencia e Integración Social (Iasis) del gobierno del DF, explica que no se trata de una migración, sino que las dificultades económicas impiden a las familias ayudar a quienes tienen adicciones o viven en pobreza.

Dice que muchas de ellas son de la misma zona, pero están en la calle porque sus familias no tienen recursos para apoyarlos.

Según el Censo de Personas en Situación de Calle de la Ciudad de México 2008-2009, en la vía pública viven 2 mil 759 indigentes, 81% son varones y 19% mujeres.

De esa cantidad, mil 384 tienen entre 18 y 39 años de edad, y otros 255 son menores de edad. Los mil 120 restantes están ubicados dentro de otros rangos de edad.

La mayoría está en las delegaciones Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Iztacalco y Gustavo A. Madero.

El fenómeno recientemente identificado es que en Xochimilco y Tlalpan hay al menos 10 personas en situación de calle en cada una; en Tláhuac y Milpa Alta habitan tres en cada una, y en Cuajimalpa sólo una.

La demarcación en donde no hay ninguna persona en situación de calle es Magdalena Contreras, según el censo del GDF.



Centro de Xochimilco

Algunas bancas del centro histórico de Xochimilco son ocupadas por adultos con diferentes grados de alcoholismo, como Jesús Velasco Ramírez y Adolfo Zamorano.

Se niegan a acudir al Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) Torres de Potrero, para recibir atención de personal del gobierno especializado en adicciones.

“Estamos cotorreando, tomando matarratas, algo que te ataranta”, dicen, y aseguran que tienen familiares en esa zona de la ciudad, aunque pernoctan en la vía pública.

En la calle es donde Juan García llora la muerte de su hija, ocurrido hace unas semanas, aseguró: “No me meto mucho a la borrachera, nada más por la tristeza”.

Lleva un traje negro sucio, y el cabello largo y recogido con una liga. Dice tener dos casas, en Caltongo y Santa Cruz, pero duerme en la plaza: “Me siento mal por lo que pasó, a mi niña no me dejaron verla ni en el hospital”.

Su compañero es Jorge Cervantes, quien provee los alimentos del día: pata picada y refresco; los obtiene de su hermana, Angélica, quien vende en el mercado de la zona.

Originario de Topilejo, en Tlalpan, afirma que tiene vacas y borregos, pero no casa: “Soy callejero, fui jefe de anexo de alcohólicos”.

Ninguno acepta la oferta del personal del Iasis para acudir a alguno de sus albergues.

En otro extremo de la plaza está José Agustín Mateo con dos amigos. Todos están alcoholizados. Primero dicen que no duermen en la vía pública, pero luego lo aceptan.



No quieren molestar

Don José Agustín sube a la unidad del Programa de Atención Social Emergente (PASE) para ir al CAIS Coruña, donde recibirá atención médica, alimentos, ropa limpia y un lugar para dormir.

Sus uñas largas y sucias revelan que ha estado varios días en la calle. Tiene 48 años de edad. “Llevo 15 días durmiendo aquí, ya no quiero molestar a la familia, voy porque me hace mucha falta”.

Afuera del Hospital Materno Pediátrico Xochimilco se ubica un quiosco con un viejo y sucio colchón y un sillón. Es el espacio de José Luis Domínguez, conocido en la zona como Oyuki.

Aún joven, logra decir una palabra coherente y junto a él se encuentra María de Jesús Ibáñez, quien monea, igual que otros dos jóvenes que huyen ante la presencia de extraños.

Ella es desconfiada, pero entre sollozos pide ayuda para su amigo y dice que consultará a sus hermanos antes de tomar la decisión de recibir apoyo de alguna institución.



Caso Tláhuac

El Tortuga duerme bajo un puente que da paso al dispensario médico de la iglesia de San Pedro Tláhuac. Este joven se reúne con otros chavos de la zona, con quienes pernocta en las jardineras. Josefina Vargas, vendedora de pan que labora en ese sitio, los ha visto y les ha pedido irse.

A un lado, dos mujeres de la tercera edad se hacen compañía y viajan de Xico, en el municipio de Chalco, al centro de Tláhuac.

Con pantuflas, medias gruesas a los tobillos, su ropa sucia y el cabello sin cepillar, una de ellas se apoya en un bastón para conseguir comida en el mercado de la colonia.

Conoce el CAIS Villa Mujeres, pero no quiere ir porque dice que no le dan bien de comer, la ropa no es de su talla y pelea con otras.

Daniel Bejarano, responsable del PASE, dice que la indigencia en delegaciones como ésta tiene sus propias características: la gente es originaria de ahí y padece alcoholismo porque beber no es algo mal visto, incluso si se da en la calle.

Explica que mientras se reciben entre 600 y 900 llamadas al mes para reportar indigentes en Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero y Miguel Hidalgo, en las zonas rurales de la capital se dan entre siete y 10 llamadas.

Los indigentes de Tláhuac, Xochimilco y el resto de las áreas rurales son muy movibles y no tienen definidos sus puntos de encuentro, como ocurre en las demás demarcaciones.

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