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El temido líder talibán en Paquistán, Baitullah Mehsud, murió el miércoles a causa de un ataque aéreo de Estados Unidos en el que también perdieron la vida una de sus dos mujeres, su cuñado y siete de sus guardaespaldas, confirmó ayer el ministro del Interior paquistaní, Rehman Malik.
Mehsud, considerado como el enemigo número uno de Paquistán, responsabilizado por el asesinato de la ex primera ministra Benazir Bhutto —algo que él siempre negó, a pesar de haberla amenazado cuando ella anunció que regresaría al país, en octubre de 2007—, orquestador de la campaña de atentados terroristas más sangrienta en la historia del país, falleció en la casa de su suegro, en la zona tribal de Waziristán Sur, en la frontera paquistaní con Afganistán, tras un ataque lanzado aparentemente desde un avión no tripulado, según dijo un portavoz talibán. La versión fue confirmada posteriormente por Malik.
Dos agentes de los servicios secretos paquistaníes que solicitaron el anonimato dijeron haber hablado con testigos presentes en el entierro de Mehsud. El gobierno paquistaní dijo poco antes que la muerte de Mehsud estaba “casi confirmada”, pero que estaba tratando de hallar el cadáver.
En Washington, el secretario de prensa de la Casa Blanca Robert Gibbs se mostró cauteloso. “No podemos confirmar si está muerto. Parece existir un creciente consenso entre observadores creíbles de que realmente está muerto”. “Si es así”, añadió, “el pueblo de Paquistán está más seguro”. Algunos funcionarios advirtieron que, debido a que la ubicación del ataque, confirmar la muerte de Mehsud podría tomar semanas.
Mehsud, en contraste con otros líderes milicianos, escogió como blanco el gobierno de Paquistán apelando a ataques suicidas y asesinatos para remecer los cimientos de esta nación. Entre otros, se le achaca el atentado con un camión-bomba que explotó afuera del Hotel Marriott en septiembre del año pasado, el cual dejó más de 50 muertos.
Una figura implacable
Mehsud se convirtió en el jefe miliciano más temido en el país, una figura implacable vinculada con la red terrorista Al-Qaeda y con la jefatura del Talibán tras la frontera afgana.
Su capacidad de escapar era conocida y EU le puso precio a su cabeza: cinco millones de dólares. El gobierno paquistaní también había ofrecido 50 millones de rupias (más de 600 mil dólares) por datos que condujeran a la captura de Mehsud.
Sin embargo, Washington parecía no tener mucho interés en el líder talibán, hijo de un clérigo musulmán. “Baitullah Mehsud es una de las personas más peligrosas y detestables de la región y EU le dedicó hasta hace poco escasa atención”, reconoció hace dos semanas Richard Holbrooke, enviado especial para Afganistán y Paquistán.
Fue el enfrentamiento en la Mezquita Roja, controlada por los milicianos en Islamabad, que hizo estallar las relaciones entre Mehsud y el gobierno paquistaní, en el verano de 2007. Mehsud declaró formalmente la guerra contra su propio país y extendió su campo de acción. En el siguiente año, 4 mil 300 personas, incluyendo más de 700 agentes de seguridad, murieron en ataques violentos, según la prensa.
El gobierno de Islamabad vio, impotente, el ascenso de Mehsud. Recientemente, el jefe del Ejército paquistaní, Ashfaq Pervez Kiani, lo calificó como la “causa de todos los males”. Paquistán decidió buscar un armisticio, a la vez que emprendía operaciones militares contra el talibán, cuya zona de influencia seguía creciendo: no sólo las zonas tribales semiautónomas en la frontera afgana cayeron bajo el control de Maulana Fazlullah, sino el valle de Swat, en el norte del país, una antigua región vacacional.
Fazlullah se unió a finales de 2007 al movimiento Tehrik- e-Talibán Paquistán (TTP) de Mehsud y desde Swat se filtró en los distritos vecinos. Cuando los insurgentes se encontraban a 100 kilómetros de Islamabad, sonaron en todo el mundo las campanas de alarma, ante la posibilidad de que las armas atómicas paquistaníes cayeran en manos de los extremistas.
Con una gran ofensiva, el Ejército recuperó el control de Swat el mes pesado, aumentando la presión sobre Mehsud.
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