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Laura Chinchilla Miranda se define como una mujer “con los pantalones bien puestos”. En gran medida, gracias a ello consiguió, el 7 de febrero de este año, ser elegida la primera presidenta en la historia de Costa Rica.
Chinchilla está acostumbrada a romper esquemas. Después de todo, el 21 de noviembre de 1996, fue designada ministra de Seguridad, una “ocupación de hombres”. Fue la primera mujer en ejercer un cargo así en un país centroamericano. Daba órdenes, pasaba lista, todo, mientras lucía su embarazo. Como ministra, sentó las bases de la más importante reforma policial del país. Creó el Plan de Comités de Seguridad Comunitaria para integrar a la ciudadanía en el combate a la inseguridad. De entonces data también su lucha contra el narcotráfico.
Firme, conservadora, templada, cautelosa y poco expresiva. Así la describen la mayoría de las personas que la conocen. “Tiene un olfato afinado para saber de dónde vendrán los golpes y así poder capearlos. Laura parece tener una sobredosis de litio —el mineral que regula las emociones— en el cuerpo. Tiene un temperamento sumamente estable”, la describió Kevin Casas Zamora, el segundo vicepresidente.
A ello contribuyó haber sido la única mujer —y la mayor—, en una familia de cuatro hermanos, de quienes se hacía cargo cada que sus padres estaban fuera.
Nacida el 28 de marzo de 1959, Chinchilla es una mujer religiosa, cercana a los obispos costarricenses. Se opone al aborto, al matrimonio entre homosexuales, a la píldora del día después... Pero su religiosidad no le impidió, tras pasar por un divorcio, vivir cinco años en unión libre con José María Rico, un abogado español que le lleva 25 años y con quien finalmente se casó en el año 2000.
En Costa Rica, Chinchilla es reconocida por ser una mujer de carácter fuerte, pero a la vez conciliador. Es una mujer activa, no sólo en la política, sino en su vida. Practica tenis, le encanta el baile y la música.
Eso sí, odia la cocina y planchar. Tampoco se maquilla demasiado. Su marido es quien se hace cargo de la comida, igual que de las compras, según ha reconocido. Desde que decidió contender por la Presidencia, ha sido él, su “amorcito”, como ella lo llama, quien también está más al pendiente del hijo de ambos, José María Rico Chinchilla, hoy un adolescente de 13 años.
Politóloga, con estudios en EU
Chinchilla, proveniente de una familia de clase media, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica. Luego, gracias a una beca que le otorgó la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), estudió en la Universidad de Georgetown, en Washington, la maestría en Políticas Públicas.
Aunque ha dedicado la mayor parte del tiempo a ser consultora, cuando lanzó su campaña no era en absoluto desconocida para los costarricenses, pues fungió como primera vicepresidenta de la República y ministra de Justicia en la segunda administración de Óscar Arias hasta octubre de 2008, cuando se separó del cargo para poder contender. Sin embargo, el apoyo de Arias terminó convirtiéndose en un lastre para su campaña, a grado tal que tuvo que salir a aclarar que su gobierno no sería una “marioneta” de las decisiones de Arias.
“Yo aspiro a dejar mi impronta. El consejo siempre será bien recibido, pero las decisiones finales serán de Laura Chinchilla”.
Aunque la ex vicepresidenta optó por no utilizar el discurso feminista en su campaña, señalando que “en esta etapa la lucha no pasa por el feminismo rabioso de los 70, sino en conciliar posiciones”, lo cierto es que los costarricenses la escogieron en gran medida por ser mujer.
Su prioridad, la seguridad
Ahora, el reto que tiene es grande. Arias deja tras de sí un país donde la corrupción y la inseguridad se han convertido en los principales problemas que inquietan a la población. Chinchilla ya adelantó que su prioridad será “la seguridad” y le declaró la guerra al narcotráfico, en un país en el que, en el último cuatrienio, tan sólo el volumen de cocaína decomisada superó las 94 toneladas y se han incautado alrededor de 17 millones de dólares. “El mayor reto que tenemos es la criminalidad, violencia y narcotráfico; lo he dicho de una forma dramática, Centroamérica puede ser el último campo de batalla de la guerra que se vive en Colombia y México, debemos levantar las guardia, y tratar de recuperar la tranquilidad”, advirtió recién en febrero. La mandataria deberá además buscar el mejor modo de conciliar con una Asamblea Legislativa en la que su partido no tiene la mayoría, lo que la obligará a buscar negociaciones estratégicas.
El sábado comienza la era Chinchilla. Y la desde hoy mandataria se ha declarado lista para enfrentar el desafío. “Con los pantalones —o la falda— bien amarrados”, dice.
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