Reportaje:
Por Juan Miguel Muñoz.
Los primeros conatos de revuelta contra la empresa sionista datan de comienzos del siglo XX en la Palestina todavía Otomana. En los años veinte y treinta, se agravaron bajo el mandato británico. En 1948 se fundó el Estado de Israel y se desató la primera guerra de Oriente Próximo. En 1967, el Ejército ocupó Cisjordania y Gaza, además del Golán sirio y el Sinaí egipcio. En 1988, la OLP reconoció a Israel nada más desatarse la primera Intifada. Explotó otra en 2000. Pero si se escucha estos días a los líderes políticos israelíes, da la impresión de que el conflicto comenzó en septiembre de 2005, cuando un general israelí cerró el candado en el paso de Kisufim, en la frontera con la franja, tras la evacuación de los colonos. "Nos retiramos de Gaza, y como respuesta nos disparan cohetes" es el mantra repetido hasta la saciedad. Una distorsión obvia.
Israel continúa siendo la potencia ocupante. A la franja no se le permite abastecerse de cuadernos para las escuelas o de agujas de coser, por no hablar de materias primas imprescindibles para el desarrollo de cualquier economía. Los pesqueros sólo faenan a tres millas de la costa y la escasez de las capturas se aprecia en los restaurantes. Nadie -estudiantes con becas Fulbright concedidas por universidades estadounidenses, médicos que pretenden asistir a conferencias en el extranjero, enfermos que no pueden ser tratados...- abandona el territorio sin permiso israelí o, en ocasiones excepcionales, con la autorización egipcia. Resulta evidente estos días quién controla el espacio aéreo. Y, además, las milicias comenzaron a disparar cohetes en 2001.
Pero la coletilla de la clase gobernante israelí refleja una declaración de intenciones. Si realmente la ocupación hubiera concluido en Gaza, ¿significa ello que los palestinos de ese territorio deberían permanecer indolentes ante lo que hoy día sucede en Cisjordania? Ni el robo de tierras para la colonización judía ni la construcción del muro se han detenido, los controles militares y cortes de carreteras crecen por mucho que florezcan procesos de paz, y los muertos, inocentes o no, ya no interesan a nadie. Lo expresaba rotundo hace meses Mark Regev, hoy portavoz del primer ministro: "Queremos que Cisjordania sea como la República Federal de Alemania, y Gaza como la República Democrática". La lectura que hacía ayer en Belén un parlamentario palestino de Al Fatah es bien diferente: "El objetivo de esta agresión es segregar políticamente Cisjordania de Gaza para eliminar la posibilidad de crear un Estado palestino".
Ehud Barak, ministro de Defensa israelí, afirmaba durante estos días de violencia inusitada, mientras los cazabombarderos y la artillería machacan sin contemplaciones: "Israel es un Estado que busca la paz". Otro mantra, también proclamado por varios primeros ministros en décadas pasadas. Hay cosas que no cambian. Lo afirmó Isaac Shamir hace más de 20 años: "Israel quiere la paz, pero no cederemos un centímetro de la tierra de Israel". Es decir, paz sin concesiones. Sin abandonar una pulgada de Cisjordania. Como si sólo desearan la bandera blanca del enemigo. Fuente: El País de España.
Comentario:
Coronavirus, la amenaza esta ahí afuera
Hace 4 años
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