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Una sensación de final de fiesta es la que recorre al kirchnerismo en vísperas de unas elecciones legislativas transformadas en “las más importantes en años” por la decisión gubernamental de convertirlas en el plebiscito del “a todo o nada”.
Esa sensación no es de ahora, al calor de las encuestas que muestran al ex presidente Néstor Kirchner en un virtual empate técnico con el empresario colombiano-argentino, Francisco de Narváez. Surgió en el mismo momento en que el ex mandatario decidió salir a competir por una banca de diputado frente una lista encabezada por poco menos que un bisoño político como lo es este hombre de negocios transformado por los errores políticos del señor K en el jefe de la oposición. Ese sentir se agrandó con el correr de los meses en que el gobierno nunca supo definir eso que llama “el modelo”.
Las encuestas, con un número aún considerable de indecisos, muestran que hay un vasto sector de la sociedad harto de los gritos de los Kirchner. Cansados de escuchar hablar de distribución de la riqueza al tiempo que en las calles la marginación social se reproduce como en serie —o cuando se alaban políticas productivas para luego denigrar a los agricultores— y desesperanzados en cuanto a que desde la política vaya a llegar una solución a juzgar por lo que dejó esta campaña, donde el humor de baja estofa en un programa de imitaciones gozó de mayor credibilidad que el sinnúmero de desatinos de los propios candidatos, oficialistas y opositores.
Tiempos difíciles
Ahora, en lo que a posibles victorias o derrotas obedece, si se confirman las encuestas, el kirchnerismo llega y saldrá de las urnas como el gran derrotado. Aun ganando por un margen de siete y ocho puntos (algo que parece improbable) en la provincia de Buenos Aires, no retendrá la mayoría ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados. Está pronosticado que sufra duras derrotas en la capital, en Santa Fe y en Córdoba, entre otros distritos. En Buenos Aires, el hecho de dividir el voto con De Narváez y el peronismo disidente evidencia lo difícil que será para Kirchner forzar su condición de alquimista electoral para mirar más allá del 2011 desde la cima del poder.
“Desde la pelea con el campo (la extensa huelga agropecuaria de 2008), al gobierno le costó mucho mantener la iniciativa política y, si a eso se le agrega el manejo espurio de las estadísticas económicas, la estatización de los fondos de pensión para paliar los problemas de caja, se puede entender el por qué los Kirchner van a perder la mayoría parlamentaria”, explica el diputado y economista Claudio Lozano.
Y ahí radica el problema. Los Kirchner, desde su etapa en la Alcaldía en la patagónica ciudad de Río Gallegos, nunca gobernaron en minoría. Comenzarían a hacerlo en diciembre, cuando asuma el nuevo Parlamento surgido de las urnas, fruto del adelantamiento (otro gesto desesperado del gobierno) de estas elecciones.
Enfrente está una oposición fragmentada, con escasas ideas. Tan pocas que es de Narváez y su visión empresarial de la política el emergente de este proceso. Sólo la unifica el espanto a los Kirchner y al desparpajo con el que la pareja maneja los asuntos constitucionales, pero no logran plasmar una visión de nación para enfrentar los graves problemas económicos que se avecinan y que permanecen inalterados desde los días de Carlos Menem.
Comentario:
A ver si la fiesta coincide con los resultados a favor de los Kirchner.
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Hace 4 años
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