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La emboscada se coordinó con precisión. Mientras un grupo de hombres armados seguía el guión del atentado contra la secretaría de Seguridad Pública de Michoacán, Minerva Bautista, poco antes de la una de la mañana del 24 de abril, los seis escoltas de la funcionaria omitían los protocolos de seguridad.
Los escoltas de Bautista relajaron la seguridad luego de salir de un acto en la Expo Feria Bicentenario, en las afueras de Morelia. Se enfilaron por la carretera y a escasos 800 metros de distancia, en el cruce con la autopista México-Guadalajara, escucharon los primeros disparos. Ráfagas de ametralladoras y explosiones de granada los sorprendieron en medio del estupor y la parálisis.
La reacción de los escoltas no fue inmediata y no lograron sacar de la línea de fuego a la funcionaria, que se estremeció por el impacto de las esquirlas y las ráfagas de AK-47 que sacudieron la camioneta en la que viajaba.
Los escoltas aceleraron y se impactaron más adelante contra un camión de carga que los hombres armados habían utilizado para bloquear la carretera. La cercanía de las dos camionetas en las que viajaban los seis escoltas y la funcionaria, no permitió detectar la emboscada y maniobrar en retirada.
Uno de los escoltas y el chofer de la funcionaria murieron durante las primeras ráfagas, mientras que los cuatro restantes repelieron la agresión en medio de la confusión y la sorpresa. Heridos, ensangrentados y confusos, dispararon contra los agresores con armas largas.
La emboscada duró escasos minutos, los suficientes para evidenciar que en el manejo de crisis en la protección de funcionarios, hay serias deficiencias y no se siguen los protocolos de seguridad que recomiendan expertos.
Minerva Bautista no tuvo oportunidad de salir de la línea de fuego porque sus escoltas nunca pensaron en ese tipo de agresión. Las dos camionetas aceleraron en línea recta y no optaron por girar 180 grados para evadir el ataque porque nadie pensó que la emboscada incluía un camión que bloqueaba la carretera.
Los protocolos de seguridad consideran estas eventualidades. El Manual de protección a funcionarios de la Secretaría de la Defensa Nacional incluye tres “respuestas básicas” a emboscadas fijas. La primera: “conducir a través de la emboscada o embestir”, la segunda “dar marcha atrás”, y la tercera, cuyas condiciones implican un bloqueo por el frente y la parte trasera del vehículo, refiere “llevar a cabo la defensa estática”.
La reacción debe ser inmediata, producto del entrenamiento y la lógica de la protección. Si la emboscada proviene de los costados de los vehículos, y se ignora qué hay más adelante porque no hay visión periférica, la opción que pareciera ser más viable es dar marcha atrás en un giro de 180 grados.
“Un escolta profesional lo primero que tiene que hacer es un análisis en torno a quien está cuidando, para evaluar los diferentes escenarios de riesgo. Nunca vas a eliminar el riesgo, lo vas a poder disminuir, pero no eliminarlo”, dice Julio César García, un joven escolta con amplia experiencia sobre el terreno.
El problema, dice García, es que los miles de escoltas que operan en México no cuentan con el suficiente entrenamiento para reaccionar correctamente en una crisis. “De los 18 mil escoltas que existen en el país, 90% no ha recibido la capacitación adecuada”.
Agrega que la consecuencia directa de esta inadecuada preparación de los escoltas y guardias repercute directamente en un fenómeno de “desestabilización política y social”, y ejemplifica con historias recientes: “Hemos visto cómo el hijo de un empresario (Alejandro Martí) fue plagiado por los errores de su escolta, cómo la secretaria de seguridad pública de Michoacán (Minerva Bautista) fue emboscada y casi pierde la vida por los errores de sus escoltas, cómo un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública federal (Edgar Millán) fue emboscado en su propia casa y muerto a tiros porque sus escoltas omitieron los procedimientos de seguridad”.
Julio César García se inició como escolta en la policía del Distrito Federal y tiene una amplia hoja de servicios en el sector, lo que hizo fundar la Sociedad Mexicana de Guardaespaldas (SMG).
Armando Nava, secretario general del Consejo Nacional de Seguridad Privada, organización que agrupa a 250 empresas de seguridad y 180 mil elementos, coincide con García y dice que “la gente que no está capacitada, generalmente se salta muchas medidas de seguridad”.
Carlos Hernández, capitán retirado del Ejército mexicano, cuya experiencia le ha servido para incorporarse al negocio de la seguridad privada, dice que ha observado durante años cómo guardias y escoltas ejercen una profesión de alto riesgo sin el entrenamiento adecuado. “No están preparados y los protocolos de seguridad los manejan como quieren o como creen que deben ser”.
“Hay mucha improvisación”, dice Jorge Isaac Morales, instructor de Ranger Swat, asociación que capacita a escoltas en México y Colombia. “Son muy pocos los escoltas que se están capacitando”.
Rubén Fajardo, secretario en México de Advancing Security Worldwide (ASIS), una asociación con sede en los Estados Unidos que se dedica a capacitar a guardias de seguridad privada, ejemplifica con el caso de España las condiciones de capacitación en México de guardias y escoltas privados, en donde los capacitadores no requieren más que registrarse en la Secretaría del Trabajo y mostrar una básica hoja de servicios para ofrecer un entrenamiento promedio de 48 o 60 horas.
“En España la legislación dice que para ser guardia de seguridad tienes que tomar primero un curso de 240 horas, un 75% de ese curso es sobre aspectos legales. Después de haber tomado ese curso tienes que presentar un examen de oposición que no lo hace el patrón sino el Ministerio del Interior. No puedes trabajar en ninguna empresa de seguridad si no presentas la credencial de habilitación del Ministerio que acredita que tomaste el curso y que pasaste el examen. El curso no lo da el gobierno, lo dan academias de capacitación que de acuerdo con la ley van con el gobierno ante el cual tienen que demostrar que son aptos y tienen experiencia para dar esa capacitación. En México, en cambio, te encuentras gente que te ofrece el diploma de un curso de capacitación por 50 o 100 pesos”, dice Fajardo.
Las condiciones en las que se proporcionan los cursos no tienen una regulación estricta y cualquiera puede ser instructor, dice el director asociado de Kroll en América Latina, Julián Bianchi. “Entra a Google y vas a ver la cantidad de gente que supuestamente ha sido entrenada en Israel, que se ofrece a dar cursos, y cuando ves la hoja de vida del instructor ni siquiera hay hoja de vida y ni siquiera hay instructor”.
Kroll es una empresa que lleva 20 años prestando sus servicios en México a empresarios y corporativos en áreas tan variadas como control de riesgos, detección de fraudes fiscales hasta asesoría en casos de secuestro.
David Robillard, director de Kroll en México, dice que en los últimos años se ha presentado una tendencia en la preocupación de los empresarios mexicanos que se ha concentrado en la protección personal. “Hicimos una encuesta entre ejecutivos y el tema de mayor preocupación fue la seguridad personal”.
Kroll ha sido contratada por sus clientes, sobre todo en zonas hostiles en el norte del país por la presencia del crimen organizado, para que les brinden “análisis de riesgo y vulnerabilidad”. “Un empresario en el entorno de la delincuencia, acostumbrada a utilizar métodos no ortodoxos, va a aumentar el riesgo de los empleados y de la empresa en una zona conflictiva”, dice Robillard.
El director de la empresa Kroll conoce las estadísticas del crimen en México. “Hay partes del país en donde las cosas han cambiado dramáticamente”.
El impacto directo de esta percepción, dice Julián Bianchi, es que ha habido un incremento en algunos de los servicios de seguridad. “Hay un marcado incremento en los dos últimos años de todo aquello que tiene que ver con la protección de las personas. Aquellas cosas que representan un beneficio en la seguridad de los individuos”.
El problema, dice Bianchi, es que esta amenaza no siempre se resuelve de manera adecuada por el personal de las empresas de seguridad privada. “Hay charlatanes como los hay en muchos rubros, el problema es que el impacto de un charlatán en un tema de seguridad, te puede hacer cortar el teléfono cuando no tenías que hacerlo”.
“El impacto real —dice Julio César García— se presentará cuando empiecen a emboscar y a matar empresarios para desestabilizar al gobierno”.
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