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Veinte años después de su último congreso, Al Fatah, el partido fundado por Yasir Arafat en 1958, busca un camino, revitalizar su dirección con sangre nueva, y reforzar su decaído prestigio.
La corrupción de décadas es una losa pesada, como lo son los nulos frutos cosechados durante veinte años de negociaciones y tres procesos de paz frustrados. El presidente palestino y líder de la formación, Mahmud Abbas, ha abierto en Belén el sexto congreso con una profunda reflexión sobre la historia y las virtudes del movimiento que ahora sólo gobierna Cisjordania. Pero Abu Mazen, apodo del mandatario, no pudo dejar de pronunciar lo que tantos en su organización esperaban escuchar. "Aunque la paz es nuestra elección", afirmó, "nos reservamos el derecho a la resistencia, legítima según el derecho internacional".
Abbas eligió cuidadosamente sus palabras. Algunos de sus correligionarios han utilizado también la expresión "lucha armada". Pero el presidente de la Autoridad Palestina -aunque su mandato expiró el pasado 9 de enero? eludió pronunciar la palabra "armada".
"La empleará lo menos posible", aseguraba una fuente de la organización del congreso. El término resistencia puede incluir también la desobediencia civil, un concepto que también se ha barajado en el borrador del programa político. En este documento se incluye cierto grado de violencia, aunque siempre en los territorios ocupados, incluido Jerusalén Oriental, como método para luchar contra la colonización de Cisjordania. Y la posibilidad de declarar unilateralmente un Estado palestino en los territorios conquistados en 1967 si no se alcanza un acuerdo político con el Estado sionista.
También se prevé en el citado borrador que Al Fatah se negará a reconocer a Israel "como un Estado judío", una de las exigencias del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para acceder a la creación de un Estado palestino que en ningún caso tendría las atribuciones de la soberanía de los demás Estados del mundo. Admitir esa condición supondría una renuncia por anticipado a los derechos de los refugiados, un asunto crucial para los palestinos, al margen de las consecuencias que podría acarrear para el millón y medio de palestinos que viven en Israel y que de hecho son ya ciudadanos de segunda.
Referencias a Hamás
No podían faltar referencias a Hamás, el partido fundamentalista que se hizo con el poder en Gaza después de meses de cruentos choques armados entre los milicianos islamistas y las fuerzas de seguridad leales al presidente Abbas, que fueron expulsadas de la franja sin miramientos.
Al Fatah, al igual que Israel, Egipto, Jordania, la Unión Europea y Estados Unidos, nunca aceptó el triunfo de Hamás en las elecciones de enero de 2006. Pero Hamás todavía resiste. Hasta tal punto que ayer la gran mayoría de los delegados de Gaza no estuvieron presentes. El grupo islamista les ha impedido abandonar el territorio mientras las fuerzas de seguridad palestinas no liberen a un millar de miembros de Hamás encarcelados en prisiones cisjordanas. Por supuesto, Abbas responsabilizó a sus rivales de todos los males. "Con sus acciones, Hamás ha abierto una brecha con Al Fatah", declaró el mandatario.
Renovación
Al Colegio Terra Sancta de Belén, y desde las ocho de la mañana, comenzaron a llegar los 2.200 delegados con derecho a voto para elegir el Comité Central de Al Fatal (21 miembros) y el Consejo Revolucionario (120). Dirigentes del partido llegados de Siria, Jordania, Líbano, Túnez, e incluso desde Chile y el Reino Unido desfilaban entre sonrisas y saludos. Algunos no se habían visto desde hace 30 años.
No había más que echar un ligero vistazo para comprobar la imperiosa necesidad de la renovación. Lo que ahora domina los órganos de dirección es casi una gerontocracia. La lucha entre la viaja guardia de Al Fatah -los desacreditados líderes desde hace décadas? y los dirigentes jóvenes promete ser reñida. Claro que entre esos "jóvenes" figuran personas que rozan o superan los 50 años. Muchos de ellos prebostes de una clase política a la que la inmensa mayoría de los palestinos vincula con la corrupción desmedida que dominó la primera década de la Autoridad Palestina.
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