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jueves, 25 de diciembre de 2008

Un recorrido por el paisaje sonoro.

Noticia:


El silencio se rompe sólo por vivir. Todos articulamos sonidos nada más con movernos. La memoria registra recuerdos con imágenes, olores, sabores, sensaciones y también con sonidos. La Fonoteca Nacional resguarda los audios necesarios para preservar la memoria sonora y visitarla es como llevar a ejercitar a uno de los principales sentidos: el oído.

Para Lidia Camacho, directora de la Fonoteca Nacional, la memoria sonora es una herencia frágil que tiende a desaparecer, por eso desde noviembre, en pleno barrio de Santa Catarina, Coyoacán, se encuentran almacenados los sonidos del país.

En dos bóvedas, 300 mil fonorregistros están a la orden de los mexicanos y hay capacidad para un millón 40 mil más, el espacio está abierto a todo el público. Se aceptan desde discos de acetato provenientes de instituciones públicas y privadas, así como colecciones de todo el país o el disco aquel que está en el clóset guardado y que el Ipod no puede tocar.

El acervo auditivo de la Fonoteca tiene capacidad para dos millones de horas y si el público lo visita, sólo le lleva unos minutos descubrir cómo era la voz de Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.

Es posible, además, fascinarse con las radionovelas que estremecían a las abuelas o reírse de los spots publicitarios que vendían jabones en los años 70.

La Fonoteca es un recorrido por el arte sonoro de México y los reproductores de audio más antiguos, desde un fonógrafo hasta un Ipod de 80 gigas con disponibilidad para video. La primera frase que los mexicanos escucharon en un fonógrafo fue: “María tenía un corderito”, con ella se comenzaron a congelar los sentidos en el tiempo.

Hoy exhiben en vitrinas ese fonógrafo y los viejos “walkman” con los que los jóvenes ochenteros escucharon a Soda Stero, además de las consolas con las que los abuelos bailaron rock and roll y los Ipods donde la gente ve películas y almacena miles de canciones y podcast.

Junto a los reproductores, en otra sala, plasmaron el México sonoro. Con un mapa interactivo crearon el territorio sonoro. Cada uno de los 31 estados y el DF se escuchan diferente. En esta sala se conoce al país a través de sus sonidos. Palenque, Chiapas, se escucha selvoso: monos, agua, aves y el movimiento de los árboles echan a volar la imaginación.

A San Luis Potosí lo representa un amancer en Real de Catorce: el canto de los pájaros, el ladrido de los perros, el amable “buenos días” de una señora. A Jalisco, un baile con mariachi acompañado del choque de dos caballitos de tequila que enmarcan un ¡salud¡

No hay imagen, sólo audio, pero el paisaje sonoro se forma con las diferentes notas que ocurren por todo el territorio, pues cada lugar tiene la capacidad de manifestarse acústicamente. Así la Fonoteca recorre la geografía acústica del país.

Otra de sus virtudes es el jardín sonoro, un universo donde el audio inunda el espacio a través de la propuesta de diversos artistas, quienes aprovechan unos 300 metros cuadrados para dar vida a obras que exploran los secretos territorios del sonido.

Sólo basta con detenerse en medio del jardín y escuchar con atención: de una bocina saldrá una voz que comenzará con una historia y de otra una voz más para iniciar un diálogo donde al espectador no tiene otra opción más que dejarse atrapar por una historia llena de sonidos.

En este jardín se pueden vivir diferentes experiencias auditivas, dado que cuenta con una instalación diseñada especialmente para el montaje de obras ambientales, composiciones experimentales y conciertos en sistema multicanal.

La audioteca es un viaje al pasado. En una computadora se puede escuchar la voz de Carmen Montejo en una de las primeras radionovelas que conquistaron el oído de los mexicanos, que fielmente se sentaban frente a la radio a escuchar una de las radionovelas más famosas: “Angelitos negros”. Hoy, la Fonoteca brinda la posibilidad de escucharla de nuevo, sólo que frente al monitor de una computadora y en un sitio que se hizo con toda la intención de alimentar el oído.

Comentario:

Un acervo al que se le da poca difusión y podría ser muy atractivo para el público.

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