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La magistrada de origen puertorriqueño Sonia Sotomayor escribió ayer una página de la historia al jurar su cargo como la primera juez hispana del Tribunal Supremo de Estados Unidos, en una ceremonia oficiada por el presidente del organismo, el magistrado John Roberts.
Será la tercera mujer en ocupar uno de los nueve puestos vitalicios del Supremo en los 220 años de historia del tribunal.
El acto, al que se permitió por primera vez el acceso de cámaras de televisión, estuvo precedido de otra breve ceremonia privada en la que sólo participaron familiares y amigos.
Su madre, Celina Sotomayor, sostuvo la Biblia sobre la que juró su cargo y sobre la que la letrada prometió aplicar el derecho de forma igualitaria entre pobres y ricos. Ambas iban vestidas con trajes chaqueta color claro y se dieron un emotivo abrazo al finalizar el juramento.
La magistrada de 55 años se refiere a menudo a su madre como la inspiración de su vida, la persona a la que dice deber todo lo que es y alguien ante quien se sigue sintiendo pequeña.
“Soy sólo la mitad de mujer que ella”, aseguró en mayo, cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la propuso para sustituir al juez David Souter, quien decidió retirarse.
Los miembros del Supremo son nombrados por el inquilino de la Casa Blanca, pero necesitan ser confirmados por el Senado, que dio luz verde el jueves a Sotomayor por 68 votos a favor y 31 en contra. En total, 59 demócratas y nueve republicanos respaldaron su candidatura.
Alrededor de 60 invitados participaron en la ceremonia de ayer, entre ellos el asesor de la Casa Blanca Greg Craig y otros miembros de la residencia oficial estadounidense que la ayudaron a prepararse para las audiencias de confirmación en el Senado.
La nueva integrante del Supremo encarna la típica historia de éxito que admiran y respetan los estadounidenses.
Nacida en el barrio neoyorquino del Bronx, sus padres se trasladaron de Puerto Rico a Nueva York durante la II Guerra Mundial. Su padre, un empleado de una fábrica, no hablaba inglés.
La juez se crió en unas viviendas de protección oficial, cerca del estadio de su equipo favorito de beisbol, los Yankees de Nueva York. Tenía nueve años cuando murió su padre.
Su madre, una enfermera que trabajaba seis días a la semana, fue la encargada de criarlos a ella y su hermano.
Sotomayor, quien se graduó summa cum laude en la Universidad de Princeton, es también licenciada de la Universidad de Yale y ha trabajado en todos los niveles del sistema judicial estadounidense durante sus tres décadas de carrera profesional.
Su debut en el hermético Tribunal Supremo tendrá lugar en septiembre durante una sesión especial del organismo que estará precedida por su ceremonia formal de investidura.
El Supremo deberá decidir entonces si desecha los dictámenes previos sobre reforma de las leyes de financiación electoral. El veredicto podría tener una enorme trascendencia e invertir las restricciones vigentes durante un siglo, e impuestas por el Congreso, sobre gastos durante las campañas electorales.
Tras la audiencia de septiembre, el Tribunal iniciará su periodo habitual de sesiones a comienzos de octubre. A diferencia de los tribunales de apelaciones, los jueces del Supremo eligen qué casos merecen su atención.
La institución recibe unas 8 mil peticiones anuales y selecciona menos de 80 casos.
Los jueces han elegido ya 46 de ellos y Sotomayor podrá emitir su opinión sobre la cifra restante. La primera magistrada propuesta por los demócratas en los últimos 15 años hará compañía a partir de octubre a Ruth Bader Ginsburg, en la actualidad la única juez mujer del Supremo.
Sonia Sotomayor llegará a un tribunal dividido entre cuatro jueces conservadores, cuatro progresistas y un magistrado “bisagra”, el republicano moderado Anthony Kennedy, que suele romper el empate a favor del bando conservador.
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