Reportaje:
El País de España.
El archivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) asedia al presidente de Ecuador, Rafael Correa, y ha puesto al rojo vivo las relaciones entre Bogotá y Quito. Primero los ordenadores de Raúl Reyes, número dos de la guerrilla; luego, un vídeo del Mono Jojoy, su jefe militar, y ahora un supuesto diario personal del propio Reyes dan cuenta de las relaciones clandestinas de la guerrilla con el equipo de Correa y la financiación de su campaña electoral en 2006.
Un mensaje de Raúl Reyes, muerto en el ataque colombiano contra su campamento en Ecuador, anuncia, en octubre de 2006, la aportación de 400.000 dólares (285.000 euros). La cifra coincide con las sumas ingresadas en efectivo en esas fechas en la cuenta bancaria de Alianza País, el partido del entonces candidato Correa, y con los gastos de campaña no justificados ante las autoridades electorales.
El presidente ecuatoriano ha rechazado con vehemencia cualquier contacto o aportación de las FARC. Pero con unas evidencias cada vez más comprometedoras, Correa, que en 10 días iniciará un nuevo periodo presidencial, parece estar cambiando de estrategia: sugiere que alguien pudo haber usado su nombre para sacarle dinero a la guerrilla, que maneja fondos cuantiosos gracias a sus actividades en el narcotráfico, y ha ido cortando por lo sano con los colaboradores más señalados por los documentos incautados.
Se trata de un grupo que mantenía relaciones con las FARC mucho antes de que Correa se lanzara a la batalla política, y que se integra después en su círculo cercano. Entre ellos está el general René Vargas, actual embajador en Caracas; el coronel Jorge Brito o el ex ministro de Seguridad Gustavo Larrea y su asesor José Ignacio Chauvín, adscritos a la izquierda radical y admiradores de Hugo Chávez. En nombre de Correa, negociaron donaciones o acuerdos con la guerrilla.
Un análisis del conjunto de los correos electrónicos hallados en los ordenadores de Raúl Reyes, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, permite reconstruir la bitácora de los contactos con bastante precisión.
La primera mención a Rafael Correa aparece en septiembre de 2006, apenas un mes antes de la primera vuelta electoral. Las FARC, fieles a su tradición intervencionista en la política ecuatoriana, aún no habían decidido a qué candidato de la izquierda prestar su apoyo, tanto financiero como de movilización de votos en las provincias fronterizas. Los buscaban León Roldós y Lucio Gutiérrez, pero Reyes se había fijado en Correa. "Bien valdría la pena hacerle monitoreo", le dice a una de sus más conspicuas corresponsales, alias Alicia (identificada por Colombia como María Augusta Calle, luego diputada de Alianza País).
El interés de la guerrilla aumenta tras la visita del coronel Brito al campamento base de Reyes, instalado de forma estable en Sucumbíos, al norte de Ecuador. Brito le explica los compromisos de campaña de Correa: cerrar la base estadounidense de Manta, "disminuir las tropas en la frontera con Colombia, establecer relaciones con las FARC al más alto nivel y convenir formas de colaboración recíproca", además de convocar una asamblea constituyente, entre otros puntos. "Como es obvio solicitan nuestro aporte en motivar a la gente de la frontera y alguna ayuda económica. Respondimos con el cuidado requerido", escribe Reyes el 24 de septiembre de 2006.
Las FARC se hacen de rogar. No acaban de confiar en el joven candidato. "Realmente le falta consistencia política e ideológica", escribiría Reyes aun después de haber decidido ayudarlo. Pero "pese a sus inconsistencias y de carecer de un pasado revolucionario, sí ha expresado posiciones antiimperialistas, amistosas con Cuba, Venezuela, Bolivia y la lucha revolucionaria de las FARC".
Las críticas de Correa al Plan Colombia contra el narcotráfico y las fumigaciones de cultivos ilícitos en zona fronteriza animan a las FARC. Un rápido intercambio de consultas entre los dirigentes del Secretariado desemboca en la decisión, anunciada por Pedro Marín, Tirofijo, máximo jefe de las FARC, el 12 de octubre de 2006, de donar 100.000 dólares recolectados entre los diferentes bloques de la guerrilla.
"El 13 de los corrientes me entrevisté nuevamente con el coronel Jorge Brito y el Médico Ayala, les transmití el saludo del Jefe y del Secretariado deseándoles éxitos en el día de las elecciones y la decisión de aportarles cien mil dólares, más la disposición de contribuirles con el llamado a la gente de la frontera a votar por ellos", escribe Raúl Reyes a sus compañeros de las FARC el 14 de octubre de 2006, un día antes de la primera vuelta electoral en Ecuador. "De una vez le hice entrega de dicha cantidad al Coronel, quien emotivamente agradeció en nombre del candidato Rafael Correa. Edgar me hizo el préstamo. Amigos del Frente 48 hicieron una recolecta de otros 300 mil dólares para la misma campaña, me dice Edgar" [Se trata de Edgar Tovar, jefe del Frente 48, que controla la zona fronteriza entre Colombia y Ecuador].
A lo largo de los días siguientes, la cuenta única abierta por Alianza País en el Banco de Machala registró depósitos en efectivo por un total de 487.848 dólares, según un informe de las autoridades electorales. Además, la auditoría realizada a los gastos de campaña, publicada por el diario El Comercio, no pudo establecer la procedencia de 412.000 dólares gastados por Alianza País en la segunda vuelta electoral, celebrada el 26 de noviembre y que llevó a Correa a la presidencia.
El expediente no tuvo recorrido. En octubre de 2008, a punto de ser disuelto por la nueva la Asamblea Constituyente, el Tribunal Electoral dio carpetazo al asunto. Sin embargo, la espinosa cuestión de la financiación ilegal a la campaña de Alianza País volvería a explotar poco después, tras la ofensiva llevada a cabo por la fiscalía antinarcóticos ecuatoriana contra el cartel de los hermanos Ostaiza, que opera en el norte del país y comercializa la droga de las FARC. Jefferson, Edison y Miguel Ostaiza eran, de hecho, los principales clientes del Frente 48. La inteligencia colombiana cree que los Ostaiza son, precisamente, la fuente de esa recolecta de 300.000 dólares que menciona Reyes en su mensaje.
Sobre todo después de que las investigaciones de la fiscalía ecuatoriana destaparan una turbia red de contactos que tiene como eje a José Ignacio Chauvín, amigo de los Ostaiza, de Raúl Reyes y del entonces ministro de Seguridad, Gustavo Larrea, que lo nombró subsecretario. Según testigos y grabaciones en poder de la fiscalía, Chauvín aseguraba que los Ostaiza "querían contribuir con mucha plata al proceso" electoral.
El escándalo motivó la salida de Gustavo Larrea del Gobierno, justo después de que Colombia diera a conocer su reunión con Raúl Reyes en enero de 2008. Larrea justificó el encuentro como un intento de mediación para la liberación de los rehenes de las FARC, pero el mensaje que Reyes dejó escrito en su ordenador el 18 de enero de 2008, añade otros datos inquietantes. Larrea expone el "interés del presidente Correa de oficializar las relaciones con la dirección de las FARC", su "disposición a coordinar actividades sociales e intercambio de información en la frontera", "cambiar a los mandos de la fuerza pública con comportamientos hostiles" y demandar a Colombia por las fumigaciones... "Tienen claro que Uribe representa los intereses de la Casa Blanca, las multinacionales y las oligarquías y es peligroso para la región", concluye Reyes.
La complicidad entre los amigos de Correa y las FARC no termina ahí. Chauvín y Larrea utilizaban a la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (ALDHU) para dar cobertura a los guerrilleros. Chauvín les facilitaba carnés y documentación de esa ONG, muy conocida en Suramérica, para que pudieran moverse libremente en la frontera y organizaba redes de información camufladas en organizaciones de "solidaridad campesina".
Mientras todo esto ocurría, las autoridades colombianas se desesperaban ante la falta de colaboración de sus pares ecuatorianos. El general Fredy Padilla, comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, insiste en que ellos pasaron puntual información a Quito sobre la ubicación de los campamentos de las FARC en Ecuador, incluido el de Raúl Reyes, sin que nunca obtuvieran respuesta. El coronel ecuatoriano Mario Pazmiño, ex jefe de inteligencia militar, asegura que esas coordenadas nunca llegaron a los mandos sobre el terreno. Esa falta de confianza fue la que llevó a Colombia a ocultar al Gobierno ecuatoriano su intención de atacar el campamento de Raúl Reyes, el 1 de marzo de 2008.
¿Cuál es el papel de Rafael Correa en toda red de contactos con las FARC? ¿Sabía lo que hacían sus colaboradores? El presidente ecuatoriano ha mantenido desde el principio una postura muy beligerante contra el Gobierno de Álvaro Uribe. Rompió relaciones con Colombia tras el bombardeo contra el campamento de Reyes, por la violación del territorio ecuatoriano, y ha llevado la batalla al terreno comercial, al instaurar unos aranceles especiales a más de 1.300 productos colombianos.
Sin embargo, al mismo tiempo, se ha ido desmarcando de los colaboradores más polémicos. José Ignacio Chauvín fue encarcelado (aunque poco después recuperó la libertad por "irregularidades en el procedimiento"). Gustavo Larrea perdió el ministerio y vio frustrada su intención de convertirse en diputado de la Asamblea Constituyente, lo que le hubiera garantizado la inmunidad. Correa, además, asegura que el general Jorge Brito nunca formó parte de su equipo de campaña. Y no ha dudado en retirar la inmunidad a la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos, cuyos dirigentes se han volatilizado.
¿Ha sido Correa víctima de un abigarrado sector militar y civil, vinculado a las FARC y al narcotráfico, que ha estado actuando a sus espaldas? Así lo cree el ex jefe de inteligencia ecuatoriano Mario Pazmiño. En una entrevista a la revista Semana, Pazmiño asegura que Correa está siendo engañado. La inteligencia colombiana lo duda: varios testimonios y documentos indican que Correa sí estuvo de acuerdo en solicitar apoyo electoral a las FARC. Aunque tal vez, admiten estas fuentes, algunos miembros de su equipo llevaron las cosas "demasiado lejos".
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