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A partir del 10 de diciembre, cuando asumirán los legisladores electos, el oficialismo perderá por primera vez en seis años el control del Congreso, en el que quedará como la primera minoría en ambas cámaras.
En los dos años y medio que le restan de mandato, la presidenta Cristina Fernández se verá así obligada a tejer alianzas con las fuerzas menores para obtener la sanción de leyes.
De acuerdo con el escrutinio oficial de las elecciones legislativas del domingo -cuando aún resta contabilizarse un porcentaje ínfimo de votos -el Frente para la Victoria (FPV) del ex presidente Néstor Kirchner perdería entre 18 y 20 diputados y cuatro senadores, mientras que las fuerzas aliadas cederían cuatro diputados.
Por su parte, las principales fuerzas de oposición ampliarán su presencia en el Parlamento.
La alianza de derecha Unión-PRO -que incluye a peronistas disidentes- ganaría 11 diputados y el Acuerdo Cívico y Social, de raíces radicales, sumaría 15 diputados y siete senadores.
Ninguna de las fuerzas, sin embargo, tendrá quórum propio de 129 diputados y 37 senadores.
El revés sufrido por Kirchner, que había apostado la suerte del oficialismo a su candidatura como diputado por la provincia de Buenos Aires -que concentra el 37% del electorado nacional- fue la sorpresa de los comicios.
Escrutado el 97% del total de las mesas de votación de la provincia, el magnate Francisco De Narváez de Unión-Pro alcanzaba el 34.6% de los sufragios seguido por Kirchner con el 32.1%.
A esta derrota se sumaron las de la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba y Santa Fe, que en conjunto concentran más del 26% de todos los votantes del país.
La caída en el caudal de votos obtenidos por el oficialismo en comparación con los comicios legislativos de 2005 refleja el desgaste político sufrido por la gestión de Fernández --que asumió en diciembre de 2007 -- alimentado en buena parte por el extenso conflicto con el poderoso sector agropecuario, un elevado nivel de inflación, los efectos de la crisis global en la economía doméstica y la fuga de varios legisladores.
Según analistas, el golpe electoral disminuye las posibilidades de una eventual reelección de Fernández o la postulación de Kirchner en las elecciones presidenciales de 2011 y podría poner en riesgo la conducción del Partido Justicialista (peronista) , del que el ex mandatario es titular.
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