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Las personas que han sido sometidas a un trasplante de hígado, además de mejorar la supervivencia y su calidad de vida, mejoran también sus funciones cognitivas, según un estudio elaborado por el hospital Vall d'Hebron de la ciudad española de Barcelona.
Publicado en la revista Transplantation, el estudio se basa en el seguimiento de 21 pacientes trasplantados durante los 7-9 años posteriores a la intervención, indicó el doctor Juan Córdoba, responsable del trabajo y especialista del Servicio de Hepatología.
Los pacientes tenían una media de 65 años y a todos ellos se les había hecho un trasplante en torno a los 55.
Córdoba explicó que cuando el hígado presenta algún grado de cirrosis aumentan y se acumulan sustancias que actúan como compuestos tóxicos y acaban afectando al sistema nervioso central, lo que se conoce como encefalopatía hepática, un fenómeno que se normaliza tras un trasplante.
La mejora de la función mental se debe a que cuando se corrigen las anomalías del hígado con un trasplante se eliminan las toxinas responsables del deterioro cognitivo.
Sin embargo, el estudio refleja también que el 25 % de los trasplantados presentan al cabo de unos años una leve pérdida de memoria, y que su envejecimiento cerebral es más rápido que en la población general.
Además de test psicológicos para evaluar el deterioro cognitivo, se realizaron resonancias magnéticas seriadas para establecer el grado de atrofia y las lesiones de sustancia blanca.
En las imágenes obtenidas en una cuarta parte de los trasplantados estudiados se apreció un menor volumen del cerebro, un fenómeno que se produce con el envejecimiento, y la aparición de manchas blancas que son pequeños vasos cerebrales que se cierran con la edad.
Para Córdoba, el trabajo ha puesto de manifiesto que aunque el trasplante de hígado supone una gran mejoría, hay que estar alerta sobre lo que puede pasar al cabo de unos años.
El mayor y más rápido envejecimiento se asocia, según el doctor, a factores de riesgo cardiovascular favorecidos por la toma de fármacos inmunosupresores, que son los que impiden un rechazo del órgano trasplantado, por lo que es necesario controlar muy bien los riesgos cardiovascular y cerebrovasculares.
El estudio alerta también de que a pesar de que la encefalopatía hepática no está entre los parámetros que determinan la urgencia de un trasplante, hay que tenerla muy en cuenta porque "cuanto mejor sea la situación cognitiva del paciente antes del trasplante, más se evitarán problemas futuros e irreversibles" .
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