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lunes, 1 de marzo de 2010

Barack y el síndrome Carter.

Noticia:


Débil, errático, descreído del intervencionismo militar y víctima de arrebatos idealistas que pueden llevarlo a la autodestrucción. De un tiempo acá, los republicanos insisten en que el presidente Barack Obama padece todos los síntomas del denominado síndrome Carter. Un mal que, algunos académicos y analistas, identifican con un conjunto de políticas débiles y erráticas que caracterizaron la administración del presidente, James Carter en el manejo de su agenda doméstica y en el retraimiento del brío militarista en su política exterior, dos elementos que, consideran, han reaparecido en el primer año de Obama al frente de la Casa Blanca.

¿Se ha convertido el presidente Obama en una reedición de James Carter?

Dudas y temores

Para aquellos que aún recuerdan la humillante ocupación de la embajada de EU en Teherán entre 1979 y 1981, cuando un puñado de simpatizantes del régimen del ayatola Jomeini consiguió poner durante 444 días en jaque a la presidencia de Carter, la sola idea de volver a pasar por un trance similar, ha conseguido crear dudas y temores sobre la capacidad y el liderazgo de la administración Obama.



La polémica no ha hecho más que empezar y el propio Carter ha tenido que salir en defensa no sólo de su Presidencia, sino de la actual administración, para acusar de “reduccionistas” y “faltos de rigor intelectual” a quienes lo acusan de haber sido un presidente “débil y errático”, y buscan recortar la imagen y estatura política de Obama.



Al margen de la polémica, una cosa es cierta. En los últimos meses, la Casa Blanca ha visto cómo la popularidad del presidente ha comenzado a apuntar hacia el sur, mientras el índice de desempleo se mantiene en niveles no vistos en los últimos 26 años y el apoyo hacia algunas de sus más importantes iniciativas han perdido impulso y considerable terreno.

Al mismo tiempo, la desafección de las bases independientes y progresistas ha ido en aumento, facilitando el retorno de los republicanos no sólo en las encuestas sino, además, a través de importantes victorias electorales en Nueva Jersey, Virginia y Massachusetts.

Por si esto fuera poco, al interior del equipo Obama los primeros síntomas de un resquebrajamiento asoman a través de las disputas que mantiene el jefe del gabinete del presidente, Rahm Emanuel, con algunos de los más leales amigos y consejeros del presidente, como Valerie Jarret y Robert Gibbs.

“Cuando los cuchillos salen a relucir en luchas intestinas de una administración y cuando algunos aliados clave y amigos se comienzan a distanciar del presidente por temor al fracaso, las cosas pueden ir de mal en peor”, consideró el analista y ex funcionario de la administración Bush, Peter Whener.

A las tensiones que se viven al interior del gabinete Obama, y que algunos se han apresurado a explicar como resultado lógico de la frustración y desesperación por la falta de avances en “la agenda del cambio”, se suman las críticas de los republicanos para acusar a la administración de articular una política exterior débil o ambigua en el mejor de los casos.

Los ataques, por la posición de la Casa Blanca frente a la crisis en Honduras, o por sus ánimos contemporizadores frente al régimen de Teherán, o por su disposición al diálogo frente a Cuba a pesar del desolador paisaje en el campo de los derechos humanos, se han encontrado con la respuesta de aquellos que consideran que, lejos de practicar la misma política exterior de un demócrata como Carter, Obama ha decidido rectificar sobre la marcha para apostar por la misma política de Nixon, un republicano.

“Los republicanos han tratado de ligar a Carter con Obama desde la campaña presidencial y lo siguen intentando. Pero, una cosa es cierta, Obama no es Carter porque, mientras el ex presidente hizo de los derechos humanos la piedra de toque de su política exterior, la administración Obama ha decidido aparcar ese tema tal y como hizo Richard Nixon en los 70”, consideró Michael Freedman.

Otra de las acciones que parecen confirmar una rectificación de la política exterior de Obama, es la decisión de apostar por la diplomacia trilateral que inauguró Henry Kissinger para desgastar a la extinta Unión Soviética a través de un acercamiento con China.

La triangulación podría repetirse cuando la secretaria de Estado, Hillary Clinton, se entreviste con el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, para pedirle que no siga alentando al régimen de Irán con un apoyo que le ha permitido mantener su programa nuclear y una posición desafiante ante la ONU, Washington y sus aliados.

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