CIUDAD DE MÉXICO, 21 de noviembre.- La Ciudad de México vivió ayer una jornada de marchas y protestas contra la desaparición de 43 normalistas de Guerrero, con un saldo de una veintena de detenidos, según diversas fuentes, por actos vandálicos, principalmente contra el Palacio Nacional.
Cerca de las 14 horas, un grupo de casi 350 personas encapuchadas, armado con bombas molotov, palos y piedras, se enfrentó con policías en la calzada Ignacio Zaragoza, quienes les impidieron llegar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Casi al anochecer, de diversos puntos de la zona centro de la Ciudad de México, 30 mil personas, según cálculos del Gobierno del Distrito Federal (GDF), iniciaron su marcha de manera ordenada hacia el Zócalo.
A las 20 horas, 50 embozados se abrieron paso entre los manifestantes y empezaron a empujar las vallas que protegían el Palacio Nacional. Lanzaron bombas molotov, petardos, palos y piedras contra la puerta central del inmueble y contra quienes lo custodiaban.
Pese a la exigencia de los manifestantes, entre ellos normalistas, para frenar los actos violentos, los encapuchados continuaron con sus ataques. Cerca de las 21 horas la Policía Federal, apoyada por integrantes de la SSP-DF, llegó al Zócalo para desalojar y detener a los agresores.
Finalmente, la fuerza federal y del DF se hicieron del control de la plancha del Zócalo y sus alrededores.
En Chiapas, Sonora, Campeche, Coahuila, Estado de México y Baja California autoridades locales reportaron vandalismo como quema de comercios y alcaldías, así como ataques a bancos.
Violencia frustra mitin en el Zócalo
Luego de una marcha pacífica, encapuchados se enfrentan con policías frente al Palacio Nacional; poco después de las 8 de la noche, la concentración en apoyo a los normalistas debió ser cancelada.
La tarde-noche de este 20 de noviembre hubo dos tipos de manifestaciones en el Zócalo de la Ciudad de México: una pacífica con miles de personas que clamaban justicia por los desaparecidos, y la de unos cuantos encapuchados que originaron violencia la noche de ayer frente a Palacio Nacional.
Minutos antes de las ocho de la noche, un grupo no mayor a 50 encapuchados comenzó a empujar las vallas que rodeaban la entrada principal de la sede del Poder Ejecutivo federal mientras gritaban consignas en contra del gobierno. Al mismo tiempo iniciaba un mitin que llamaba a la actuación pacífica, tuvo que ser suspendido.
Un joven normalista y otras personas más intentaron convencer a quienes se cubrían el rostro a que se quitaran las capuchas, y protestaran sin violencia y sin atacar a quienes custodiaban el Palacio.
Poco caso les hicieron, pues después de las ocho de la noche comenzaron a arrojar objetos metálicos, piedras y botellas hacia la puerta central del recinto, también contra los periodistas que cubrían las marchas.
“¡Sin violencia! Esto es una protesta pacífica. No violencia, por favor; somos miles, un movimiento que pide justicia y paz. ¡Dejen de usar proyectiles! El mitin es en el Zócalo”, clamaba, sin éxito el joven que había bajado del templete instalado en la Plaza de la Constitución para protestas por los desaparecidos en Iguala entre el 26 y 27 de septiembre.
De pronto, un grupo de 20 embozados se abrió paso entre los manifestantes que se habían colocado frente al Palacio arrojando piedras, agua así como botellas de plástico y vidrio; un joven fue herido en la frente.
Los encapuchados se colocaron a lo largo del cerco que protegía la fachada del histórico edificio y comenzaron a preparar petardos y bombas molotov.
A las 20:25 comenzó el ataque a Palacio. Cohetones, rocas y bombas molotov eran lanzados hacia la puerta central de Palacio Nacional, en ocasiones, el fuego provocado a unos metros del edificio se reflejaba en sus ventanas, pues parecían fogatas sobre la explanada del lugar. Quienes pedían una protesta sin violencia preferían irse a la plaza, y proseguir su manifestación de forma pacífica.
Veinte minutos después los embozados, apoyados por algunos más, lograron retirar algunas vallas e intentaron usarlas como arma para continuar con el ataque. Las bombas molotov y los petardos continuaban explotando en las paredes o en el suelo, a unos metros de la puerta y de los elementos de seguridad.
A unos minutos de las nueve de la noche, hizo su aparición en la Plaza de la Constitución la Policía Federal, apoyada por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. Los asistentes a la marcha clamaban: “¡Sin violencia, queremos justicia por los desaparecidos!” Un joven lesionado en la nariz por objetos arrojados corría hacia 20 de Noviembre para resguardarse.
Los elementos de seguridad se abrieron paso frente a Palacio Nacional buscando neutralizar a los violentos, poco a poco comenzaron a avanzar sobre el primer cuadro replegando, no únicamente a los encapuchados, sino también a quienes pacíficamente se expresaban con cantos, gritos o pancartas y velas.
Una familia y un grupo de reporteros se colocaron frente al asta buscando protección de los misiles arrojados por los embozados y gritando que venían en paz; la Policía Federal les ordenó que abandonaran la Plaza y continuaron con el repliegue.
“¡Ya se acabó esto, váyanse, esto se terminó!”, gritó un policía al tiempo que, a unos metros, un grupo de seis elementos de seguridad, golpeó y pateó a un joven que corría hacia la calle de Madero. A las 21:26 la Plaza de la Constitución había sido tomada.
El objetivo era apoderarse de todo el circuito del Zócalo, fue así como frente a un grupo de jóvenes que entonaba el Himno Nacional mientras detrás de ellos los encapuchados arrojaban piedras y botellas, la policía decidió usar el gas lacrimógeno.
Jóvenes lesionados y atontados por el gas corrían hacia Madero, la Cruz Roja atendía a algunos sobre la calle.
A las 22:15 el primer cuadro de la capital, que horas antes había recibido a miles que clamaban por un país con justicia, fue tomado por la policía.
Van 55 días
- El pasado 26 de septiembre un grupo de estudiantes de Ayotzinapa fue atacado en Iguala por policías coludidos con el narco, que detuvieron a 43 de ellos y los entregaron al cártel de los Guerreros Unidos. Desde entonces siguen desaparecidos.
- Esa noche murieron seis personas, tres de ellas estudiantes con cuyos nombres se han bautizado las tres caravanas de los familiares, que se resisten a aceptar que sus muchachos estén muertos.
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