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Es viernes de mayo, se acerca la media noche. La discoteca Boracay parece un restaurante romántico, semivacío, sin escándalo. Hace cinco meses era el antro más visitado por los jóvenes en Cuernavaca. Todos —la mayoría visitantes del Distrito Federal— bailaban con copa en mano, reían, caminaban con dificultad entre las mesas por la cantidad de personas que ahí se reunían.
Algunas noches, los encargados llegaron a contar hasta mil clientes. Ahora los meseros y hostess están parados en la puerta de la discoteca con la expectativa de quien ansía la llegada de un personaje importante. Pero muy pocos jóvenes llegan al lugar. Sólo 23 clientes ocupan las mesas del fondo.
Boracay no es el único lugar que está lleno de soledad. Desde hace cinco meses, la tradicional vida nocturna en Cuernavaca y las imágenes de sus discotecas a reventar son un recuerdo fotográfico en las redes sociales. La zona restaurantera es un enjambre de calles a media luz, desolada. Las recepciones de los hoteles reciben de vez en cuando a ermitaños turistas.
Los fines de semana en la ciudad de la eterna primavera —como se le conoce a Cuernavaca— se convirtieron en invierno, desde el 16 de diciembre de 2009.
Habitantes, autoridades, empresarios y turistas viven desde entonces los efectos de las disputas entre las bandas del crimen organizado por la estratégica ubicación de Cuernavaca. La lucha por el control del territorio que protagonizan el cártel de los Beltrán Leyva y el del Pacífico Sur transformó en 24 semanas a una ciudad de descanso y diversión para los capitalinos, principalmente, en un lugar plagado de incertidumbre y temor.
El turismo es una de las principales actividades económicas en Morelos. El 90% de los clientes de todos los negocios turísticos son capitalinos, pero la violencia alejó a la mayoría.
Los empresarios de este ramo creen que esta caída en la visita de paseantes es producto de un problema que creció como bola de nieve por la crisis económica, el desordenado crecimiento de la ciudad, la insuficiencia de servicios y la delincuencia común, pero que se acentuó cuando las primeras planas de los periódicos retrataron una parte de la realidad morelense: una lista de por lo menos 70 ejecutados —dos de ellos aparecieron colgados afuera del principal centro comercial de Cuernavaca—, un correo electrónico que impuso el “toque de queda” a habitantes y la quema de negocios nocturnos.
Desde diciembre pasado la afluencia de clientes en bares y discotecas cayó en 70%. En los hoteles, desde enero se reporta una baja mensual de entre 8% y 10% en sus ocupaciones. La venta de casas y departamentos disminuyó en 30% y se frenó la adquisición de propiedades en los grandes desarrollos inmobiliarios.
Al menos 30% de los agremiados a la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) abandonaron el estado para instalar sus negocios en el Distrito Federal y Puebla. La mayoría de ellos, del ramo hotelero y restaurantero.
Lo que faltaba
Jaime Rubí, presidente de la Asociación de Hoteles de Morelos, describe la situación que desencadenó el desplome de la industria turística en el estado.
La caída, dice, se remonta al año 2008, cuando las calles de Cuernavaca y otros poblados aledaños fueron ocupadas por maestros en protesta por la Alianza por la Calidad de la Educación y cuyas movilizaciones fueron reprimidas por elementos del Ejército y las policías estatal y federal. Las noticias de maestros torturados y desaparecidos llegaron a todo el país y, por supuesto, a la capital.
A finales de ese año y principios del 2009, en el estado se registró una epidemia de dengue. En Temixco —un municipio ubicado a 20 minutos de Cuernavaca— la enfermedad producida por el piquete de un mosco colocó a Morelos en los primeros lugares del país por su alta incidencia. El dengue clásico afectó a 983 personas y el hemorrágico —de mayor gravedad— infectó a 134 habitantes.
Rubí dice que aún quedaban los rezagos de esta epidemia cuando se conoció la existencia del virus de la influenza A H1N1 en el país, lo que obligó a bares, restaurantes y discotecas a cerrar por decreto.
“Después vino la crisis económica y rematamos en diciembre con los actos delictivos. Cuando pensamos que Morelos era uno de los estados sin la presencia del narcotráfico, comenzamos a ver las ejecuciones”, señala el presidente de la Asociación de Hoteles de Morelos.
Andrés Remis Martínez, presidente de la Asociación de Discotecas, Bares y Centros de Espectáculos de Morelos, asegura que ni la epidemia de la influenza provocó una caída tan drástica en sus ventas como lo hizo ahora la violencia. “En ese entonces todos cerramos, los del DF, los de Acapulco, todos, pero después tomando nuestras previsiones, los clientes regresaron”.
El 16 de diciembre de 2009, murió en Cuernavaca el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva tras un enfrentamiento con elementos de la Secretaría de Marina.
El líder del cártel vivía en un departamento del fraccionamiento Altitude, un conjunto residencial ubicado en Punta Vista Hermosa. Desde entonces, comenzaron a registrarse una serie de ejecuciones que atemorizaron a morelenses y visitantes, “de los efectos de la violencia no nos hemos podido recuperar porque vamos de un evento a otro”.
Viernes de pánico
La zozobra invadió las calles de la ciudad de la eterna primavera. Turistas y habitantes vivieron los últimos cinco meses entre balaceras, narcomensajes y ejecutados, pero su peor día fue el viernes 16 de abril de este año. El anuncio de un supuesto “toque de queda” en Cuernavaca, por parte de presuntos integrantes del cártel del Pacífico Sur, tambaleó la estabilidad social, económica y política del estado.
Para Juana Romero, vecina de Cuernavaca desde hace 10 años, su vida en la ciudad de las bugambilias cambió desde “ese viernes negro”. Rutinas, planes, gastos, en sí la organización familiar se modificó. “Impusimos un horario para regresar a casa, nos hablamos por teléfono varias veces al día para saber dónde andamos y notificamos a cada miembro de la familia y a los amigos de algún evento que nos parece fuera de lo común: camionetas misteriosas circulando por las calles u hombres sospechosos. Ya nada es igual. Nos volvimos medio paranoicos. Hasta pensamos en regresar a vivir al Distrito Federal”.
Arturo, mesero del restaurante El Faisán, con 50 años de tradición en la ciudad, comenta que ese viernes cerraron como a las siete de la noche, cinco horas antes de su horario habitual. “Nos dieron la orden de irnos a la casa. Atendimos muy pocas mesas. En esos días las propinas se cayeron como en 70%. La gente del Distrito Federal, nuestros principales clientes, dejaron de venir por miedo”.
Rodrigo López Laguardia, presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Cuernavaca, reconoce que el llamado de un supuesto “toque de queda” para terminar actividades a partir de las 8 de la noche, que se difundió por mail y por las redes sociales en internet, le costó a empresarios del ramo turístico alrededor de 10 millones de pesos.
Las amenazas a la población que se difundieron por internet, no sólo afectaron la vida de ciudad, ahuyentaron al turismo, “actividad de la que Cuernavaca depende en un 40%”.
López Laguardia admite que la imagen de Morelos está muy deteriorada por la cadena de hechos violentos que han ocurrido en la entidad y por la difusión mediática que se ha hecho. “Revertir el daño causado no va a ser fácil. Los tres fines de semana que siguieron al ‘viernes negro’ causó que la economía de la ciudad se paralizara porque la violencia asustó a los turistas”.
“Se ha registrado desempleo, sobre todo por despidos en bares y restaurantes que vieron mermadas sus ganancias ante la falta de turistas. Muchos empresarios optaron, en las últimas semanas, por recortar horas de trabajo a cocineros, meseros y ayudantes para no dejar a la gente de plano sin ingresos”, comenta Laguardia.
Los representantes de la Asociación de Discotecas y de Hoteles de Morelos consideran que cuando comenzó a circular el correo electrónico del 16 de abril de este año, las autoridades municipales y estatales debieron aclarar públicamente que se trataba de un mensaje sin fundamento e invitar a la población a que saliera a las calles para no dar una impresión mayor de inseguridad al exterior.
“Con lo que pasó ese día, dimos la impresión de que hay miedo e ignorancia. El problema es que ninguna autoridad salió a desmentir el correo electrónico y ahora los únicos visitantes que llegan a Cuernavaca son los que tienen casas, pero se quedan encerrados en ellas y los demás, prefieren seguirse hacia Acapulco o a Taxco”, dice Javier Ordóñez, propietario de una discoteca en la ciudad.
Se respira inseguridad
Las consecuencias sociales y económicas se palpan al recorrer las calles de Cuernavaca, famosa por ser el centro de descanso de miles de capitalinos desde la época de la realeza azteca.
Un militar de alto rango en la Secretaría de la Defensa Nacional que acostumbra pasar los fines de semana en su casa de Cuernavaca con su familia, lamenta el ambiente que se vive en la ciudad desde diciembre de 2009.
“Nos rodea la inseguridad. Salir a la calle implica un grave riesgo porque no sabes en qué momento te va a tocar la mala fortuna de quedar en medio de un tiroteo y ser parte de las víctimas”.
Vecino de fin de semana y experto en temas de seguridad nacional, omite decir su nombre pero reclama:
“Aquel viernes negro los ciudadanos nos informamos como pudimos de los verdaderos riesgos de la amenaza que se envío por internet porque en el estado hubo una total ausencia de autoridad”.
Afuera de la iglesia de Santa María de la Misericordia en la colonia Vistahermosa en Cuernavaca, centro de reunión de católicos del Distrito Federal, el militar reconoce que si los miembros del crimen organizado pretendían causar miedo entre la sociedad “lo lograron plenamente y no sólo por un día, la psicosis se quedó entre nosotros. Ahora somos más cautelosos para salir a los restaurantes o a los bares”.
Para las familias como la de Juana y el militar, que poseen residencias en la ciudad de la eterna primavera, los días de descanso ya no volvieron a ser los mismos. “Yo le digo a mis hijos y nietos que cuando escuchen un tiroteo se alejen de las ventanas, se tiren al suelo y que se resguarden en zonas protegidas por más paredes para que no sean alcanzados por las balas”.
Al término de la misa de Santa María de la Misericordia a la una de la tarde del domingo 16 de mayo, otros capitalinos se quejaron. “Desde mediados del año pasado y los primeros meses de 2010 ha sido muy peligroso andar por las calles de Cuernavaca. La presencia de militares y de policías federales, a veces da confianza y a veces da temor”, expresó Rosa María antes de abordar su camioneta con rumbo a la ciudad de México.
Andrés Remis, presidente de la Asociación de Discotecas, observa el desolado ambiente de la discoteca Boracay y dice: “La afluencia (de visitantes) ha bajado de manera salvaje”. Asegura que desde ese “viernes negro”, cuando las discotecas estuvieron vacías, “arrastramos una mala racha, con una disminución de nuestra clientela de entre 60% y 70%. El 90% de nuestros clientes son del DF y vemos que prefieren irse a Acapulco. Los jóvenes que viven en Cuernavaca ahora se van al DF porque lo consideran más seguro”.
En Semana Santa, donde había hasta sobrecupo en la ciudad, los bares y discotecas no llenaron ni 30% de sus espacios. Señala que ante esta disminución del turismo capitalino, han adoptado diversas medidas como recortar nóminas, regresar a su casa a los trabajadores y ofrecer mayores medidas de seguridad —contratar un sitio de taxis, servicio de paramédicos y colocar detector de metales— para que los clientes se sientan más protegidos.
Javier Ordóñez es empresario discotequero desde hace 24 años en Cuernavaca y dueño de Taizz, otro de los centros de baile más famosos en esta ciudad y el consentido entre los capitalinos.
“Normalmente tenía más de 500 clientes pero desde ese viernes (16 de abril) el mayor número de gente que he tenido fue en Semana Santa cuando llegaron 87 personas, entonces esta situación sí me ha afectado bastante”.
Aunque no se han hecho los cálculos exactos de las pérdidas económicas que este problema ha traído para el sector empresarial, a Ordóñez le preocupa el futuro inmediato de su negocio.
“Tengo 89 empleados, tan sólo el pago del seguro social es de 40 mil pesos y me siento ahorcado porque no tengo esos ingresos. Y si la gente viene y ve lugares vacíos menos entran. Los antros llenos les dan más tranquilidad”.
Triste primavera
El 98% de los huéspedes en Cuernavaca son del Distrito Federal. Las grandes cadenas —que sólo hospedan a 10% de los turistas en el estado—, pero sobre todo los hoteles menores a las cuatro estrellas, resintieron la decisión de los capitalinos de no visitar con tanta frecuencia como se hacía antes la ciudad de la eterna primavera y sus alrededores.
“Las bajas en los niveles de ocupación se registran en todo el estado de Morelos. En enero de este año, comparado con enero de 2009, tuvimos una baja en el hospedaje de 16% y esto sí se puede atribuir a los hechos delictivos que se registraron después del 16 de diciembre”, asevera Jaime Rubí, presidente de la Asociación de Hoteles de Morelos, que agrupa a los dueños de 138 hoteles en el estado.
La triste primavera para los morelenses está por terminar, pero la llegada de las vacaciones de verano tampoco les alienta. “No creo que nos podamos recuperar en verano. Y no por los narcos sino porque una caída tan fuerte no se recupera de la noche a la mañana. Con la experiencia que tengo en el mercado, salir de esto, no nos va a llevar menos de seis meses”.
El sector inmobiliario tiene también dificultades que, aunque aún no son de grandes dimensiones, son contrarias a lo esperado por un mercado que debería ser próspero. “No podría decir si tenemos pérdidas porque, a diferencia de otras actividades económicas, los proyectos inmobiliarios siguen aunque se han mermado las ventas. Por experiencia propia, percibimos que se ha frenado la venta. No es algo demasiado representativo, pero sin duda la cuestión de la inseguridad es algo que preocupa a la gente y por eso está posponiendo su decisión de compra”, destaca Germán Ahumada Alducín, presidente de la Asociación Mexicana de Desarrolladores Inmobiliarios.
El también encargado de uno de los proyectos más ambiciosos en Cuernavaca donde se prevé la venta de mil 500 terrenos y viviendas en una zona residencial que incluye campo de golf, afirma que “ya vendimos 60% pero las ventas se asentaron desde que inició este año. No es tan drástico como para hablar de pérdidas económicas pero este año esperábamos un repunte”.
La plusvalía no ha variado, pero “esperamos que se controle la inseguridad en todo el país porque si el problema continúa las afectaciones serán más drásticas y el golpe más duro es que se frenen las inversiones. En este momento los desarrollos no se pueden dejar a la mitad, pero tampoco se pueden hacer nuevas inversiones si hay incertidumbre”, asegura.
Angélica Aguilar, corredora de bienes y raíces en Cuernavaca, reconoce que sus ventas bajaron de diciembre a la fecha. “En Altitude y Limoneros seguimos vendiendo casi igual a pesar de los operativos militares. Lo que nos ha costado más trabajo acomodar son las propiedades individuales y las casas en fraccionamientos más pequeños. La gente tiene miedo por la inseguridad. Le temen a los narcos pero más a los delincuentes comunes”.
Desconfianza empresarial
Los capitalinos no son los únicos que han dejado a Cuernavaca entre sus preferencias, también algunos empresarios.
El propio gobierno de Morelos lo manifiesta en su Plan Municipal de Desarrollo 2009-2012, elaborado por el presidente municipal Manuel Martínez Garrigós, en marzo pasado.
Al describir cuál es el entorno actual en Cuernavaca el funcionario señala: “De acuerdo con datos de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Morelos, al mes de enero de 2010, entre 20% y 30% de los agremiados han abandonado la entidad”.
Juan Carlos Salgado, presidente de la Coparmex en Morelos, dice que el momento más álgido de la crisis ocurrió hace un mes, después del “viernes negro” y aunque “ahora estamos tomando las medidas necesarias para evitar que esto vuelva a suceder”, 30% de sus agremiados sacaron sus inversiones del estado.
“La difícil situación en el estado, no sólo por los delitos del fuero federal sino también por los del fuero común, propició un temor entre la ciudadanía en general y en el sector empresarial varias familias optaron por salir de Morelos para buscar mejores horizontes, un mayor desarrollo económico y la tranquilidad de sus familias”, indica el dirigente empresarial.
Pero él, a diferencia de los hoteleros y discotequeros, percibe mejorías.
Refiere que “en abril había un alejamiento de las autoridades con los empresarios y la ciudadanía y nosotros éramos muy críticos de eso, pero ahora las cosas cambiaron, hay una mayor comunicación y las autoridades municipales y sobre todo, las estatales, están actuando para evitar otra crisis similar”.
A partir del 19 de abril, los empresarios del estado mantienen mesas de trabajo con los representantes de las secretarías de gobierno para acordar y poner en marcha una serie de medidas que les ayuden a enfrentar la ausencia de visitantes y las alertas provocadas por la delincuencia. Los empresarios ahora tienen un número 01 800 y una clave de contacto directo con la policía para su intervención inmediata en caso de cualquier incidente. También están ideando una campaña para atraer de nuevo a los visitantes.
“Todas estas acciones van a servir para recuperar la confianza de los empresarios y que los turistas regresen a nuestro estado, asegura Juan Carlos Salgado, presidente de Coparmex en Morelos.
El gobierno de Cuernavaca reconoce este atraso turístico en su Plan Municipal de Desarrollo, en donde alerta:
“En una consulta popular que realizó el Ayuntamiento de Cuernavaca se señaló que hasta la fecha nadie ha podido evitar que Morelos, particularmente Cuernavaca, sean simples lugares de paso de los capitalinos que, por ignorar lo que el estado ofrece, prefieren continuar su camino hacia Taxco o Acapulco”.
El municipio calcula que entre los habitantes del Distrito Federal, Toluca y Querétaro hay alrededor de 20 millones de turistas en potencia.
Daños colaterales
Marco Antonio Adame Castillo, gobernador de Morelos, celebraba tres semanas de calma en el estado. En sus cifras, los efectos del “viernes negro” se empezaron a desvanecer. Nos estamos recuperando, aseguró a EL UNIVERSAL.
Pero 35 días después del “toque de queda”, la violencia volvió a “tomar” las calles de Cuernavaca, Morelos.
El viernes 21 de mayo, un grupo de hombres armados arrojaron granadas al interior de la discoteca Classico ubicada sobre la avenida Plan de Ayala, zona que concentra los principales centros de diversión en la ciudad.
Andrés Remis Martínez, presidente de la Asociación de Discotecas, lamenta: “Ese viernes pensamos que ya nos íbamos a empezar a recuperar porque vimos gente en la calle. Después de tres semanas de relativa calma, los asiduos paseantes nocturnos, se confiaron y comenzaron a llegar a los bares y discotecas”.
Esas horas de esperanza se fueron desvaneciendo pasadas las nueve de la noche cuando un grupo de hombres armados arribó a la discoteca Classico, amenazaron al personal, rociaron de gasolina el lugar y lanzaron un artefacto explosivo.
“El sábado en la noche Cuernavaca volvió a lucir desolada. Por miedo y precaución la gente se resguardó en su casa. Los cines, restaurantes, bares y discotecas volvieron a lucir vacíos, abandonados”, se queja Remis Martínez.
Las instalaciones de la discoteca Classico quedaron destrozadas en un 90%. Los dueños del lugar calculan que las pérdidas son millonarias. En el antro laboraban 40 personas, mismas que pasaron a la lista de los desempleados por los efectos de la violencia.
“La inseguridad nos están pegando a todos. Es necesaria una mayor presencia y compromiso de las autoridades para abatir la impunidad con que actúan los delincuentes”, reclama el discotequero.
No es posible, lamenta Remis Martínez, que (los delincuencia organizada) tenga la sangre fría para atacar un lugar que se ubica en una zona tan transitada de la ciudad. “Eso parece como un desafío para la autoridad”.
La primavera acabará en tres semanas en todo el país, pero en Cuernavaca se terminó desde diciembre.
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